Stephen Curry, base de los Golden State Warriors, ha sido nombrado MVP (mejor jugador) de la NBA, según ha informado la liga estadounidense.

El base promedió 23,8 puntos, 7,7 asistencias, 4,3 rebotes y 2 robos por partido para liderar a los Warriors a la mejor marca de la temporada en la NBA, con 67 victorias y 15 derrotas.

Curry logró 1198 puntos y superó en la votación a James Harden, segundo con 936. La tercera posición fue para LeBron James, cuarto fue Russell Westbrook y quinto Anthony Davis.

Marc Gasol ha sido el único español en la votación, logrando una meritoria octava posición.

Convertirse en el mejor de la NBA midiendo 1,91 y pesando 86 kilos es una proeza solo al alcance de los elegidos. Acostumbrados a que físicos privilegiados dominen la mejor liga del mundo, para los amantes del baloncesto es un placer ver como Stephen Curry ha sido nombrado MVP de la competición. Casi, casi tanto como verle jugar.

Curry llegó a la mejor liga de baloncesto del mundo más conocido como el hijo de Dell, un alero que hizo una buena carrera en la NBA a finales de los 80 y en los 90. Pese a su gran papel en la universidad de Davidson, un college más bien modesto, nadie esperaba una carrera demasiado extraordinaria de este jugador nacido en 1988 pese a que en su último año -es uno de esos extraños casos de jugador que completa sus cuatro años de carrera- llegó a promediar unos impresionantes 28,6 puntos por partido.

Tales fueron las dudas sobre Curry, un tirador excelso pero con un físico demasiado ‘normal’ para la exigente NBA, que su elección en el draft cayó hasta la séptima posición pese a sus impresionantes cifras anotadoras. Decir que de él se esperaba poco más que se convirtiera en un jugador de nivel medio no parece exagerado viendo como delante de él se escogieron grandes fracasos como Hasheem Thabeet o Jonny Flynn y alguno de nivel medio-alto como Tyreke Evans… o Ricky Rubio. Se escogieron tres guards (bases/escoltas) antes que a él.

Pero su carrera ha dejado claro que en él existe un talento inigualable. Cada temporada, mejor que en la anterior, salvo aquella en 2012 marcada por sus problemas en un tobillo. Siempre una proyección constante. La temporada pasada ya dio un paso adelante definitivo para asentarse como uno de los mejores bases de la NBA, pero es en esta en la que se ha consagrado como la gran estrella que es, maravillando con sus fundamentos, dejando jugadas para el recuerdo y con un lanzamiento de larga distancia de tremenda efectividad para liderar a los Golden State Warriors a lograr el mejor récord de la temporada (67 victorias, 15 derrotas).

Ahora el reto para Curry es lograr su primer anillo. Una vez superados los Pelicans sin demasiadas complicaciones, el siguiente reto es los Memphis Grizzlies de Marc Gasol.