No era un simple partido de tenis, ni siquiera la final de Wimbledon. Rafael Nadal (22 años) y Roger Federer (26) jugaban ayer por el trono del tenis mundial: cambiaba un ciclo o se mantenía el status de los últimos años. Bien, pues ahora manda Nadal, que ganó una final inolvidable (6-4,6-4, 6-7, 6-7 y 9-7), la más larga en la historia del torneo verde con 4 horas y 46 minutos de tiempo real y casi siete virtuales, pues la lluvia tampoco quiso perderse tamaño partido.

Los dos primeros sets escenificaron el panorama de Roland Garros: Rafa avasallaba a Federer en su propio jardín. El título parecía cantado con los dos parciales en el zurrón mallorquín, hasta que Federer tiró de un saque casi perfecto para comenzar la remontada. El agua le echó una mano, calando la pista y embalando su derecha. No le rompió el servicio una sola vez a Nadal, pero no le hizo falta y el tercero cayó de su lado en el tie-break (6-7).

El cuarto parcial también murió en una trepidante muerte súbita final. Nadal ya pudo entonces llevarse el torneo, pero flaqueó y el partido caminó hacia el quinto set mientras el cielo londinense volvía a nublarse y sus gotas mandaban al vestuario a los dos titanes, con todo igualado.

Hubo momentos durante el quinto set en los que pareció que aquello no terminaría nunca. No hizo falta: igualados a siete juegos, Nadal rompió el servicio de Federer y mantuvo el suyo tras mandar el suizo su derecha a la red.

Esta vez, el tenista español sí se rebozó en la hierba-arena de la pista central. La ocasión merecía: el tercer español en ganar Wimbledon, el tercer jugador en lograr Roland Garros y Wimbledon el mismo año y, aunque la lista diga lo contrario, el mejor tenista del mundo en la actualidad.