Dicen los puristas que un partido de fútbol no puede explicarse por la fría estadística, pero que los números ayudan a comprenderlo. Afortunadamente el fútbol es mucho más que una cuenta de resultados.

El próximo partido entre el Real Madrid y el Barcelona se presenta más incierto que nunca. Dos días han bastado para equlibrar los pronósticos e igualar el duelo psicológico: un buen resultado del Real Madrid en Bucarest y la derrota del Barcelona ante el Chelsea tienen la culpa de este cambio de tendencia y de que el optimismo cotice al alza entre los madridistas.

Sin embargo, un repaso a algunas de las cifras de esta temporada da algunas pistas para intuir qué tipo de partido nos espera.

Si nos atuviéramos exclusivamente a las estadísticas, olvidándonos del juego, el Barcelona ganaría el clásico: llega al Santiago Bernabéu como líder en solitario, con cinco puntos de ventaja sobre el Madrid y como máximo goleador de la Liga con 16 goles.

Frente a la contundencia de estos datos, el Real Madrid no puede ofrecer mucho. Las estadísticas se empeñan en señalar que el Madrid de Fabio Capello es el menos rematador de los últimos diez años con una media de 3,6 remates a la portería contraria por partido en lo que va de Liga. El Barcelona remata 6,2 veces, justo el doble.

El menos goleado

Sin embargo, a los culés les costará más marcar un gol al Real Madrid que a cualquier otro equipo de Primera División: los de Capello son, junto al Getafe, el equipo menos goleado de la Liga con tan solo tres tantos encajados.

A pesar de este dato alentador, hay otra cifra que invita a poner un 2 en la quiniela: en lo que llevamos de siglo XXI, blancos y culés han jugado siete partidos de Liga en el Bernabéu. El Madrid sólo ha ganado tres de esos siete encuentros. Menos de la mitad.

La estadística no juega, no explica ese fantástico juego que es el fútbol, pero ayuda a comprender, a intuir: sabemos que el Barcelona acude al Bernabéu pleno de confianza y en mejores condiciones que el Real Madrid.

Aunque para eso, basta con fijarse en el juego de uno y otro, como dice Zambrotta.