Cuando el pasado verano Los Angeles Lakers anunciaron los fichajes de Dwight Howard, el entonces pívot más dominante de la NBA, y de Steve Nash, el talentoso aunque veterano base canadiense, nadie esperaba que a mediados de abril el conjunto angelino no hubiera logrado aún la clasificación para los playoffs.

Un mal inicio de temporada (una victoria en los primeros cinco partidos) acabó con la destitución de Mike Brown y su sustituto, Mike D'Antoni, no lo ha hecho mucho mejor. Su sistema de 'run & gun' no cuadra en un conjunto pensado para jugar alrededor de dos pívots tan determinantes como Howard y Pau Gasol, el propio técnico no ha sabido adaptarse a las cualidades de sus hombres y el equipo ha acusado una 'Kobedependencia' brutal.

La mejor temporada en años de Bryant no se ha visto respaldada con el apoyo del resto de sus compañeros y los Lakers han ido acumulando derrotas incomprensibles que les han hecho estar casi toda la temporada fuera de puestos de postemporada en la salvaje Conferencia Oeste.

En los últimos dos meses, el equipo amarillo ha logrado una pequeña mejoría que le ha hecho entrar de lleno en la lucha por los playoffs y en este momento ocupa el octavo lugar, la última de las plazas para luchar por el título. La ventaja de los Lakers sobre los Jazz, su gran rival, es de apenas media victoria (41-37 es el récord angelino, por 41-38 el del equipo de Utah).

Teniendo en cuenta que en caso de empate sería Utah Jazz el que jugaría los playoffs (le ganó tres de los cuatro partidos de la temporada), los Lakers tienen que lograr una victoria más en los cuatro partidos que le quedan. Su ventaja: que a su rival solo le quedan tres encuentros.

* En mayuscula, el equipo juega en casa.