Ana: "Me convirtieron en un soldado, solo acataba órdenes"

  • Es el testimonio de Ana (nombre ficticio), una de las personas que han sufrido la esclavitud en el siglo XXI en primera persona.
  • Este sábado se conmemora el Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud.
  • Parece una lacra de tiempos pasados, pero la esclavitud sigue muy presente.
  • Esclavismo en el siglo XXI | Visualiza y descárgate el PDF de diciembre.
Ana (nombre ficticio), una de las víctimas de la esclavitud en el siglo XXI.
Ana (nombre ficticio), una de las víctimas de la esclavitud en el siglo XXI.
HUGO FERNÁNDEZ
Ana (nombre ficticio), una de las víctimas de la esclavitud en el siglo XXI.

El domingo 2 de diciembre se conmemora el Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, una lacra que todavía afecta a millones de personas en todas las culturas y continentes, sobre todo a los niños, los más desvalidos.

Aquí os presentamos a Ana (nombre ficticio), apodo de chica de carretera secundaria. Hasta 14 horas al día esperando sin descanso al cliente, el cliente que se saciaría con su cuerpo en beneficio de los que la esclavizaban.

Podéis llamarle Soldado. "En eso me convirtieron. Me controlaban, me vigilaban, yo solo acataba sus órdenes", asegura. Una mujer soldado, esclava sexual, de la que vivía una familia de compatriotas entera, como una yegua que debía cumplir órdenes de la Jefa, y ser ordeñada para que sus captores, hombres y mujeres, pudieran viajar en coches de gama alta, y comprarse pisos en Europa.

Su jornada empezaba a las ocho de la mañana. Podía ganar hasta 1.000 euros en un día. "La prostitución mueve mucho dinero, más de lo que creéis, por eso nunca acabarán con esto. ¿Cómo terminará un negocio en el que solo una chica les puede producir 30.000 euros al mes?", se lamenta.

Jamás vio un céntimo. Su cuerpo ya no le pertenecía. Era de la Jefa o de su violento hermano, o de la pareja de ésta, o incluso de la abuela, que hacía las veces de matriarca de un clan perverso. Un grupo que utilizaba todo tipo de trucos para atraer a nuevas mujeres, como ofrecerles falsos trabajos de limpiadoras de pisos.

Ana, la chica soldado, fue engañada con 20 años por una suculenta oferta en Internet (6.000 euros por un estancia de trabajo) "Del país que vengo, y la promesa de tanto dinero...", asegura. "Además, a esa edad eres muy tonta", intenta justificarse.

Creía que iba a trabajar en un club de alterne. "Fue una locura de juventud. No hay información en mi país sobre este tipo de cosas. Estaba perdida", explica. Desapareció para su familia en algún punto cruzados los Pirineos. Y pagó el error con creces: cuatro años extirpados en España.

Fueron años de palizas, engaños, y dominación psicológica. Sin conocer el español. Sin pasaporte. Sin identidad. Con la asfixia del que carece del más mínimo de los recursos. Aislada en una burbuja marginal de la que pocos se preocupan. No se atrevía a ir a la policía; la amenazaban con que estaban compinchados. La desconfianza era la ley orgánica. No hablaba con nadie.

Así se cerró el círculo junto con la cerradura de su habitación, en donde tenía que depositar sus heces en un cubo que apestaba. Y acabó por normalizarse el infierno. "En aquel momento, no veía ninguna salida. Creía que esto era así. Si alguien me preguntaba les decía que eran mis amigos. Estaba enganchada. Cuando entras en el circuito no sales. Te sientes culpable", asegura.

Podéis llamarle Valiente (que sin ser nombre es real y aunque ella lo niegue). El amor por un chico, su actual pareja, hizo que despertara. Había salida. Reunir valor y amor propio. Tenía una ilusión y un motivo, y la única energía que es más poderosa que el miedo.

Contactó con la ONG SICAR CAT, un proyecto de Adoratrices, y ellas le dieron acogida y la ayudaron. Su fuga la llevó lejos, a Sevilla (lugar ficticio), amedrentada, creyendo que la iban a matar. Doscientas llamadas perdidas de sus proxenetas al móvil, y nuevas promesas de muerte, rotularon el final de su odisea.

"Mi historia acaba bien, por eso me atrevo a contarla"

Pudo reorganizar su vida. "Mi historia acaba bien. Por eso me atrevo a contarla", dice. "Creo que con mi ejemplo puedo ayudar a otras chicas", añade con esos ojos que tienen la rara cualidad de expresar coraje y ternura en un mismo magma irisado. No obstante, lleva un spray de autodefensa en el bolso. "Sigo sin fiarme", cuenta.

Pasó por sicólogos y decidió aprender el idioma, estudiar, y buscar trabajo. Consiguió que su nueva familia, la de su pareja, la aceptara. "No puedo contárselo a todo el mundo. La gente no lo comprende. Creen que es cosa de putas y que siempre serán así", denuncia. Es la cárcel tras la cárcel. El tener que ocultar cuatros años, el miedo de que alguien la reconozca y le diga, yo te conozco, sé quién eres.

Vieja Ana, ex Soldado, mujer Valiente, decidió luchar lejos de aquella carretera en donde siguen las secundarias chicas, las olvidadas bajo el estigma. Y ahora, rehecha y llena de vitalidad, se pregunta con una mueca que a pesar de su entereza no acaba por esconder el dolor, ¿cuántas estarán pasando lo mismo? "Cuatro años perdidos. Las veo cuando cruzo por la carretera. Y no puedo dejar de sentir vergüenza. Yo estuve allí ¡Cuatro años!", suelta.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento