Síntomas del prolapso uterino: cómo tratar el problema tras un parto

  • Tras el parto se pueden experimentar pérdidas de orina o molestias al tener relaciones sexuales, síntomas que pueden alertarnos de un prolapso uterino. 
La fisioterapia mejora sensiblemente los síntomas causados por disfunciones del suelo pélvico
La fisioterapia mejora sensiblemente los síntomas causados por disfunciones del suelo pélvico
Patricia Moraleda / Pixabay
La fisioterapia mejora sensiblemente los síntomas causados por disfunciones del suelo pélvico

El prolapso es el descenso de su posición de un órgano pélvico, que son la vejiga, el útero o el recto. En función del órgano descendido y del grado del descenso, hablaremos de un tipo de prolapso u otro. Así, los en la parte anterior de la pelvis, el descenso de uretra o de vejiga, se denomina uretrocele y cistocele; los prolapsos en el compartimento medio (útero o cúpula vaginal) se denominan histerocele y prolapso de cúpula vaginal; y el descenso de la parte (recto) se conoce con el nombre rectocele o al enterocele. El prolapso más común es el del útero -prolapso uterino- y es bastante común entre las mujeres, especialmente tras un parto o durante la menopausia.

¿Por qué se producen los prolapsos uterinos?

Los prolapsos se producen por una disfunción de los músculos del suelo pélvico provocada por la debilidad muscular y del tejido conectivo de la zona. Si estos tejidos están muy débiles, no realizan correctamente su función, que es sostener las vísceras pélvicas.

La disfunción del suelo pélvico es multicausal, pero hay factores y pueden precipitarlo i predisponer a padecerlo:

Parto vaginal, sobre todo si ha sido instrumental o con traumatismos obstétricos, como fetos, grandes, utilización de fórceps, partos gemelares, etc. Los partos son la principal causa de los prolapsos, de hecho, se calcula que más de la mitad de las mujeres que han dado a luz padecerán algún grado de prolapso.

•Pérdida de estrógenos relacionada con la menopausia.

•Factores genéticos

•Estreñimiento crónico.

•Enfermedades respiratorias crónicas que provocan tos constante.

•Practicar deportes de impacto o hiperpresivos.

Levantar o transportar pesos de manera incorrecta.

•Cirugías abdominales o pélvicas.

¿Qué síntomas nos indican que podemos estar ante un prolapso?

Los prolapsos pueden ser muy silenciosos y no mostrar signos evidentes hasta que no están muy avanzados, por eso hay que esta atentos, tanto a los síntomas más leves como a los más evidentes, especialmente tras un parto. Los síntomas se dividen en urinarios, genitales e intestinales y pueden ir apareciendo poco a poco.

Urinarios. Entre los síntomas urinarios encontramos la incontinencia de esfuerzo (la pérdida de orina cuando tosemos, reímos, saltamos, estornudamos…), incontinencia urinaria de urgencia (cuando hay ganas de ir al baño de manera apresurada e incluso se puede perder algo de orina), disuria (molestias a la hora de vaciar la vejiga o sensación de vaciado incompleto), cistitis de repetición, polaquiuria (orinar muchas veces al día) o escapes de orina durante las relaciones sexuales.

Genitales. Sensación de tener un bulto o bola en la vagina (a veces es visible con un espejo), sensación de pesadez en la zona del suelo pélvico, dispareunia (dolor o dificultades al mantener relaciones sexuales con penetración), placer sexual disminuido, abertura vaginal dilatada, dolor o malestar en la zona lumbar.

Intestinales. Estreñimiento -necesidad de apretar en exceso para evacuar-, dificultad para controlar los gases, sensación de presión el recto o incontinencia. Son más comunes en caso de prolapso del recto, pero también pueden presentarse en caso de prolapso uterino, sobre todo el estreñimiento.

¿Cómo puede tratarse un prolapso?

Dependiendo del grado de prolapso y del órgano, el tratamiento es uno u otro. En caso de prolapso en grados más avanzados, puede que el médico recomiende la cirugía, que puede ser reparadora -colocar un injerto para reparar el tejido debilitado- o directamente una histerectomía (extirpar el útero) en los casos en los que no se puede rearar el tejido.

Si entendemos a los signos antes mencionados y ponemos remedio antes, podemos evitar tener que recurrir a la cirugía. Y es que, a pesar de que el parto puede ser un momento traumático para el suelo pélvico, no es habitual que una mujer joven sufra un prolapso que precise de cirugía, es un proceso gradual. Por eso, ante los primeros síntomas, hay que acudir a un especialista, que valorará si existe prolapso y el grado. En caso de que sea de grados 1 y 2, la fisioterapia puede resolver gran parte los problemas de prolapso.

Los tratamientos más comunes para prolapsos leves son, por ejemplo, los ejercicios hipopresivos, los ejercicios Kegel, los pesarios, etc. Estos tratamientos, al menos al principio, siempre deberán estar supervisados por un profesional, un fisioterapeuta especializado en suelo pélvico. En caso de que el prolapso se produzca tras el parto, será el especialista el que nos diga cuándo empezar, pues habrá que esperar unas semanas para empezar el entrenamiento.

Además, tanto para mejorar la salud del suelo pélvico como para evitar que el prolapso vaya a más, se deben tomar medidas de higiene y estilo de vida adecuados, como evitar los deportes de impacto, aprender a coger peso correctamente, evitar la obesidad y el estreñimiento, no fumar o no pasar mucho tiempo de pie. 

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