Siete de cada diez personas que han sufrido un ictus pueden padecer disfagia

Tiene consecuencias como la desnutrición, la deshidratación, neumonías, infecciones respiratorias y una gran repercusión a nivel psicológico. El papel de la rehabilitación es clave: entre un 65-85% de los pacientes tratados consiguen volver a una alimentación oral segura.
Mujer siente dolor en la garganta.
Mujer siente dolor en la garganta.
Murat Deniz
Mujer siente dolor en la garganta.

En la actualidad, el ictus afecta a 120.000 españoles cada año, siendo ya la segunda causa de mortalidad en nuestro país (la primera en el caso de las mujeres), según datos de la Sociedad Española de Neurología. En aquellos pacientes que sobreviven esta enfermedad suele dejar distintas secuelas. Entre ellas, la disfagia orofaríngea (DO) es una de las más comunes, con una prevalencia que oscila entre un 22%-70%, pudiendo así afectar hasta a 7 de cada 10 pacientes.

¿Qué es la disfagia orofaríngea? Se denomina disfagia a la dificultad para trasladar de manera segura el bolo alimenticio desde la boca hasta el estómago. Un síntoma que dificulta en gran medida la recuperación de estos pacientes y que potencia la desnutrición.

“La disfagia orogaríngea tiene consecuencias tales como desnutrición, deshidratación, neumonías e infecciones respiratorias por broncoaspiración favoreciendo la aparición de complicaciones, retrasando la recuperación funcional del ictus, prolongando la estancia hospitalaria, y, por tanto, aumentando la probabilidad de padecer secuelas más graves y la mortalidad en estos pacientes” explica la doctora Adela Benítez Guerrero, médico rehabilitador del Hospital Universitario Carlos Haya (Málaga).

Aislamiento social

La especialista también destaca la repercusión psicológica que tiene la disfasia en el paciente y su entorno familiar y social. “Hay que tener en cuenta que va asociada una mayor carga social y repercusión psicológica, afectando negativamente a la calidad de vida, tanto de los pacientes, como de sus familiares. No podemos olvidar que en nuestro entorno todos los actos sociales se realizan alrededor de una mesa y la dificultad de estos pacientes para comer les lleva a un aislamiento social”, añade.

La importancia de la rehabilitación

La doctora Benítez señala que la disfagia es un problema muy frecuente tras un ictus y que por si sola ocasiona discapacidad, pero remarca también que es una patología tratable y que la rehabilitación de la función deglutoria mejora el estado nutricional y general del paciente. Para la experta es fundamental el trabajo de los equipos sanitarios “que deben estar sensibilizados con este problema, tanto para su diagnóstico, como para su tratamiento siendo muy importante un abordaje interdisciplinar”.

Su importancia es tal, que la rehabilitación de la disfagia orofaríngea consigue que entre un 65-85% de los pacientes vuelvan a una alimentación oral segura y eficaz. Recientemente esta especialista en rehabilitación ha coordinado un programa de vídeos en colaboración con Nutricia dirigidos a profesionales que abordan la disfagia.

Estimulación sensorial

Los especialistas señalan que la estimulación sensorial juega un papel fundamental en la respuesta deglutoria de los pacientes con disfagia. En este sentido, el uso de agonistas naturales (aquellas sustancias capaces de activar receptores sensoriales de la orofaringe, como puede ser el mentol) han mostrado mejorar la deglución.

Los agonistas actúan sobre los receptores TRP de las fibras nerviosas de orofaringe, que transmiten la información a la corteza cerebral desencadenando la respuesta motora (deglutoria). De esta manera, se mejora la sensibilidad del reflejo deglutorio, se acelera la respuesta al tragar, y se consigue reducir el residuo de alimento que queda en la faringe en un 67%.

Estrategias de rehabilitación

El primer paso será identificar aquellos aspectos alterados en el proceso de la deglución tras una correcta exploración clínica e instrumental, que ayudará a los profesionales a diseñar un programa de intervención personalizado contando con las técnicas más adecuadas en cada caso.

Según la doctora Benítez “la mejor práctica clínica debe tener en cuenta aspectos como el nivel de alerta, aspectos conductuales, la capacidad de aprendizaje y el soporte sociofamiliar o las características de los cuidadores”.

Las estrategias de tratamiento actuales se pueden clasificar en dos tipos:

- Estrategias compensatorias donde enmarcaríamos la presentación del alimento y control del entorno, las modificaciones del volumen, textura y viscosidad del alimento, técnicas de incremento sensorial y maniobras posturales que se pueden aplicar a todos los pacientes.

- Estrategias rehabilitadoras que necesitan una participación activa del paciente, tales como la realización de ejercicios neuromusculares y maniobras deglutorias. “En los últimos años se están incorporando técnicas de facilitación que complementan a la terapia clásica, donde la más usada es la electroestimulación neuromuscular”, añade la doctora.

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