VICENTE VALLÉS. PERIODISTA
OPINIÓN

La leyenda de Sánchez y Rajoy

Vicente Vallés
Vicente Vallés
CEDIDA POR EL GOBIERNO CANARIO
Vicente Vallés

Será difícil encontrar un caso en el que el líder de un país haya llegado a serlo sin ambicionar el cargo. Es evidente que no todo aquel que ansía el poder consigue la púrpura, ni todos los que la consiguen la han perseguido con la misma intensidad. Pero quien no lo desea ni siquiera lo intenta. Ocurre a veces que la ambición de poder se convierte en obsesiva, porque se activan mecanismos políticos poco deseables, como el de lograr el objetivo sin atender al precio. Y es muy común que, en efecto, no se atienda al precio. Es por eso que Mariano Rajoy no puede someter a Pedro Sánchez a un reproche excesivo, porque su ambición y su resistencia las puede ver reflejadas con simetría en el espejo de quien le ha apartado de su despacho de presidente. Donde las dan, las toman.

Ambos han llegado a lo más alto enfrentándose con fiereza durante años a los adversarios externos y, aún más difícil, a los internos. Ambos han disfrutado al ver cómo se creaba a su alrededor la leyenda de su inabarcable capacidad para luchar, resistir y acabar triunfando. Y esa voracidad que define a los dos, esa pulsión por el poder y esa ambición han llegado a imponerse sobre todas las cosas, hasta entregarse al viejo y diabólico lema de que el fin de alcanzar la presidencia justifica (casi) cualquier medio.

Por eso es buen consejo el de guardar una distancia prudencial con aquellos líderes que legítimamente luchan por satisfacer sus objetivos, por mucha que pueda ser la afinidad política que se tenga con ellos. La máxima sirve para cualquier caso. En la película El último samurái, Tom Cruise encarna al capitán Nathan Algren del ejército de Estados Unidos en el siglo XIX que, ya descreído, está dispuesto a servir a las órdenes de quien mejor le pague. Y se deja contratar por el emperador de Japón para acabar con los irredentos samuráis.

Pero los samuráis le capturan y queda cautivo durante meses en una montañosa aldea, en la que Algren llega a convencerse de que debe cambiar de bando. En una de sus charlas con el jefe de los rebeldes, el samurái muestra su admiración por el general Custer, «porque mató a muchos indios». Algren le replica que Custer «no era un buen general; era arrogante y temerario; lanzó a un solo batallón contra dos mil indios». El samurái pregunta entonces cuántos soldados tenía Custer. «Solo 211», responde el capitán. «Me gusta ese general», insiste embelesado el guerrero japonés. Pero Algren le abre los ojos: «Custer se enamoró de su propia leyenda, y sus soldados murieron por eso».

Rajoy y Sánchez se han enamorado de su propia leyenda de ambición y resistencia para alcanzar el poder. Rajoy ha salido del cuadro, y ya no tiene soldados a los que dirigir. Ahora, el presidente es Sánchez, y no debe olvidar que sus soldados son todos los españoles. l

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