Esta noche comenzarán en Río de Janeiro los Juegos de la XXXI Olimpiada. Cuando el último relevista entre en el estadio de Maracaná y comience el desfile de las delegaciones nacionales, tras el abanderado español Rafa Nadal comparecerá la mayor representación femenina del deporte español en unos Juegos Olímpicos: 143 de los 306 deportistas clasificados son mujeres. En la cita anterior, celebrada en Londres en 2012, ese número ascendió a 114 de los 282 integrantes de la expedición.

Y con los resultados que ya conocemos: 11 de nuestras 17 medallas, que serán 12 de 18 cuando se haga efectiva la reasignación de la Medalla de Oro en Halterofilia a Lidia Valentín, las ganaron nuestras chicas. Un balance que se repetirá en Río según nuestras previsiones, y que es el reflejo fidedigno de lo que está sucediendo en la sociedad española.

Todas las capas de nuestro tejido social están cambiando las estructuras porcentuales de sus integrantes, cediendo al empuje del talento, el trabajo y la constancia de las mujeres. Y nuestro deporte de élite no es una excepción. Después de años en los que los triunfos de España iban aparejados a nombres masculinos (Miguel Induráin, Pau Gasol, Rafa Nadal, David Cal...), hoy la bandera se iza en más ocasiones siguiendo la exitosa estela de Mireia Belmonte, Carolina Marín, Ona Carbonell o Ruth Beitia.

Ellas son ahora quienes más nos hacen disfrutar con sus gestas deportivas, y es en su condición de prescriptoras de actividad física y vida saludable en lo que nos apoyamos para conseguir que las victorias en las canchas de todo el mundo se conviertan, además, en un triunfo unánime de la sociedad española.

En los cuatro años que van de Londres a Río no sólo hemos incrementado el número y la proporción de mujeres olímpicas, sino que hemos conseguido que ese fenómeno del deporte de Alto Nivel se refleje también en el resto de España. Gracias al ejemplo de nuestras campeonas, y de las políticas activas que hemos desarrollado desde el Consejo Superior de Deportes en los programas de la subdirección general de Mujer y Deporte, se ha logrado que la brecha en las cifras de actividad deportiva entre hombres y mujeres se reduzca en un 50%, mejorando con ello los indicadores que de manera más decisiva influyen en los parámetros de salud y bienestar de nuestra población.

Antes de comenzar cualquier competición, ésa es nuestra medalla principal, una que ya obra en nuestro poder y que es la más importante de todas las que podemos lograr, porque una sociedad más sana y concienciada aportará una mejor calidad de vida a sus integrantes y, como consecuencia de ello, nos permitirá seguir produciendo una ingente cantidad de campeones en diferentes disciplinas deportivas. Quiero, por tanto, aprovechar estas líneas para darle las gracias públicamente a nuestras deportistas porque, antes de obtener cualquier premio en Brasil, y estoy seguro de que cosecharán muchos, ya nos han ayudado a construir una sociedad mejor, más deportiva, integradora, justa, saludable y solidaria.