JOSÉ CERVERA
OPINIÓN

Cuando la impunidad es imposible

Pepe Cervera, columnista de 20minutos.
Pepe Cervera, columnista de 20minutos.
20MINUTOS.ES
Pepe Cervera, columnista de 20minutos.

Las leyes castigan comportamientos que la sociedad ha decidido que son reprochables y deben ser desanimados. Cuando se comete una acción considerada negativa y se puede demostrar que se ha cometido, la sociedad tiene mecanismos para que los responsables reciban su merecido. El poder legislativo decide cuáles son los comportamientos y cuál debe ser su castigo; el ejecutivo emplea los adecuados mecanismos para detectarlos y atrapar a los responsables; el judicial analiza los hechos y determina si son en verdad merecedores de castigo. De las penas se encarga, de nuevo, el poder ejecutivo por la vía de la prisión, vigilada por el judicial. Es el funcionamiento de una democracia, y es como debe ser. Y sin embargo nos dirigimos hacia una sociedad en la que algunos elementos fundamentales de este sistema van a quedar obsoletos y deberán ser modificados, incluso radicalmente, como la duración de las condenas. Porque en el futuro la impunidad del crimen será (casi) imposible, y los castigos deberán reflejar la virtual certidumbre de que el culpable recibirá su castigo.

Actualmente las penas incluyen dos elementos: el castigo propiamente dicho y la compensación de la incertidumbre. Como hay comportamientos castigados que pueden quedar sin castigo, cuando se atrapa a los responsables de esas acciones se les castiga con un plus. Si no hay pruebas, la Policía es incapaz de localizar o atrapar al culpable o este huye a donde no pueda ser detenido, el crimen queda impune: la pena se hace más dura de lo que le correspondería para que el valor disuasorio del castigo compense esa falta de certeza. Si el castigo por, pongamos, robar una pera es doloroso pero la probabilidad de que te pillen es casi nula, de poco servirá la norma para evitar el robo de peras. Esto se compensa endureciendo el castigo: si robar una pera son cinco años de cárcel si te pillan, te lo piensas muy mucho, por improbable que sea la detección: el riesgo es demasiado elevado.

Pero esta ecuación cambia cuando se tiene la absoluta certeza de que el crimen será detectado y el culpable encontrado, porque ya no hay incertidumbre: la sociedad (y los potenciales criminales) saben que cualquier acción rechazable será castigada, por lo que pueden ajustar el castigo al auténtico carácter de la acción punible. Y en la sociedad del futuro dominada por la hipervigilancia ubicua la impunidad será mucho más limitada de lo que es hoy.

Pongamos un ejemplo: la cuantía de las multas por exceso de velocidad contempla el hecho de que a veces es posible acelerar por encima del límite en una zona donde no hay radar que lo detecte, y por tanto la infracción queda impune. Si la razón de ser de las sanciones es evitar que los coches circulen a mayor velocidad de lo marcado, su cuantía debe compensar este hecho: no aceleras de más no vaya a ser que te encuentres un radar en el camino. La percepción de cuántos radares puede haber influye en tu toma de decisiones: si hay muy pocos puedes infringir sin miedo, pero si hay muchos la multa te caerá muy probablemente, y su importe tendrá en cuenta el riesgo que has corrido. Ahora bien; ¿qué pasa cuando hay ‘todos los radares’?

La tecnología permite cada vez más sistemas de vigilancia, y cada vez más baratos. Cámaras, radares u otros aparatos capaces de detectar comportamientos están apareciendo en cada vez más lugares. Pronto no habrá un tramo de carretera sin radar, como no habrá una calle sin cámara o un objeto a la venta sin detector de robo. Los propios coches se están convirtiendo en nuestros chivatos, grabando nuestro modo de conducir y las acciones tomadas durante un accidente de modo que se pueden usar después para analizar lo ocurrido. Dentro de unos años los sistemas de conducción automática se podrán programar para ser, literalmente, incapaces de saltarse los límites de velocidad. ¿Qué pasa cuando no hay incertidumbre a la hora de castigar las infracciones, porque todas han sido detectadas y han quedado registradas y grabadas?

Si evadir el castigo es imposible, las penas se pueden, y deben, reducir, ya que se sabe que cualquier transgresión será castigada. La cuantía de la multa por exceso de velocidad tendrá que ajustarse al hecho de que siempre será detectada. Porque en la sociedad hipervigilada la impunidad no existe, y los castigos deberán ajustarse a esa realidad.

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