JOSE ÁNGEL GONZÁLEZ. PERIODISTA
OPINIÓN

El Valle de los Caídos no merece dinamita

José Ángel González, escritor y periodista.
José Ángel González, escritor y periodista.
JORGE PARÍS
José Ángel González, escritor y periodista.

Quizá porque ha pisado demasiado terreno minado, el periodista John Lee Anderson propone la dinamita como cáliz redentor. Necesitamos los barrenos para "volar con poderosos explosivos ese monumento a la brutalidad que se llama Valle de los Caídos", dice en un reciente artículo muy meneado en las redes. Le dan la razón tres periodistas muy influencers. Anotan que "la lista de adhesiones está abierta". Es tentador y candoroso convertir la simpleza de un artículo en un proyecto de ley. Respeto a Anderson, de quien esta vez me sorprende la mala técnica narrativa -el primer párrafo no merecería el aprobado en Redacción 1: "intercambiaron miradas cuasi clandestinas"-. Ha escrito reportajes que laten en las manos, no empañados por la capciosa biografía del Che, que adolece del síndrome Pancho Villa que sufren los izquierdistas yanquis frente a cualquier latino con revólver.

Esta vez patina al sostener que la destrucción del monumento fascista -"en un acto solemne, con la aprobación del Parlamento", aclara, no le vayan a confundir con un dinamitero de por libre- serviría para reconciliar a España con la historia. Con aprobación de sus señorías de la cosa nostra parlamentaria, la demolición suturaría la herida todavía pulsante de la Guerra Civil, opina.

No muy lejos de mi casa berlinesa se alza el Sowjetische Ehrenmal, un memorial estalinista a los soviéticos muertos en la toma de Berlín, unos 80.000 -parte de ellos, enterrados bajo un titánico soldado rojo de 30 metros-. Fueron combatientes antinazis, liberadores, dirán ustedes. Quizá no opinen lo mismo las al menos 100.000 mujeres, niñas y ancianas polacas y alemanas violadas y degolladas durante el avance de los rusos, que buscaban venganza por la carnicería de Stalingrado.

Inhumen al dictador que reposa en el Valle de los Caídos y lleven su cuerpo a la alcantarilla que merece, hagan lo mismo con el de José Antonio Primo de Rivera -sin olvidar que a éste lo fusilaron tras un juicio que ni siquiera esperó el enterado del Gobierno legal de la República-, pero no consideren que una construcción, por pavorosa que resulte, es el Grial de la avenencia.

Las piedras, como las ideas, son inánimes y, finalmente, inútiles. La dinamita es para la guerra, no para comulgar. No me atrevo a pedir que nadie se adhiera, pero ¿por qué no hacer de esa basílica, construida con sangre por un déspota con calibre de jumento, un centro de interpretación laico sobre la Guerra Civil que nos llevó al canibalismo?, ¿por qué no abrazarnos sobre las rocas de la infamia en vez de percutir otra vez el cargador de la cólera? El Valle, el recordatorio de un horror y la memoria que lo hace tangible, debe ser devuelto a la sociedad civil, a todos nosotros. No merece ser destruido sino usado para construir.

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