JOAQUÍN LEGUINA. EXPRESIDENTE DE LA COMUNIDAD DE MADRID
OPINIÓN

El metro y sus misterios

Joaquín Leguina, expresidente de la Comunidad de Madrid.
Joaquín Leguina, expresidente de la Comunidad de Madrid.
GTRES
Joaquín Leguina, expresidente de la Comunidad de Madrid.

En 2019 Metro de Madrid cumplirá sus 100 años. El rey Alfonso XIII lo inauguró el 17 de octubre de 1919. Era una sola línea, entre Sol y Cuatro Caminos, ocho estaciones y cuatro kilómetros de vía. Hoy, Metro tiene 294 kilómetros de vía y 300 estaciones, y une 12 municipios.

Según datos de la propia compañía, en 2018 el número de viajeros de Metro en Madrid creció un 5% respecto a 2017. Sin embargo, la percepción de los usuarios –entre los cuales me cuento– es que hay menos trenes y que las paradas en las estaciones se alargan más de la cuenta. Y no estamos equivocados.

En un artículo muy informado que fue publicado antes de esta Navidad, los periodistas Pablo León y Miguel Ángel Medina ya anunciaban que Metro tenía programados para los días navideños un 4,7% menos de trenes que en 2017. Por otro lado, las tablas de cobertura que Metro programa se incumplen sistemáticamente a la baja (entre un 20 y un 25%). En 2012 estaban en plantilla 2.021 conductores-maquinistas y en 2017 habían bajado a 1.815.

Por otro lado, los usuarios de Metro se enfrentan a frecuentes huelgas convocadas por el gremio de conductores. Conviene recordar que las huelgas en los servicios públicos no sirven para forzar por esa vía a los dueños del servicio (en este caso la Comunidad de Madrid) a satisfacer las "justas reivindicaciones" de los trabajadores.

En realidad, estas huelgas lo que producen es menor déficit económico a la compañía en perjuicio del servicio. Una atinada ley de huelga (que no existe en España) pondría coto a las huelgas gremiales como esta de los conductores, para cohonestar el derecho a la huelga con el derecho de los ciudadanos a un buen servicio público.

Por otra parte, este sindicato gremial ha de tener, para no ver disminuidos sus sueldos, una bien nutrida "caja de resistencia" (así llamaban antaño los obreros industriales a los recursos para 'resistir' durante las huelgas).

Si Metro les descuenta las horas no trabajadas, ¿quién nutre esa "caja de resistencia"? Al intentar –sin éxito– responder a tan elemental pregunta, a uno le entran serias dudas. No sobre las peticiones de los maquinistas (todas ellas atinadas: amianto, falta de personal, etc.), sino dudas sobre si no habrá por detrás y por lo bajini un acuerdo perverso entre la dirección de Metro y este gremio tan 'luchador'.

Un misterio a desvelar. Mas, para mí, el mayor misterio de Metro lo representan las líneas 9 y 10, en las cuales se obliga a los usuarios a bajarse para tomar otro tren en la misma estación, rompiendo (¿en beneficio de quién?) la lógica continuidad del viaje.

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