IRENE LOZANO. ESCRITORA
OPINIÓN

Lo que vale un pis bien aguantado

Hace años un amigo broker me confesó que la habilidad más necesaria en su trabajo es aguantar el pis. En unos mercados en los que se compran y venden acciones a gran velocidad 24 horas al día, ausentarse unos minutos y dejar de vigilar las pantallas, puede suponer enormes pérdidas al inversor. Me pareció un arrebato de humildad, no muy extendido en el sector financiero, y desde luego ignorado fuera de él.

Imaginamos a hombres -suelen ser varones- muy sagaces, interpretando la información disponible, anticipando qué compañías valdrán mañana más que hoy, cuáles menos, y tomando decisiones sobre compras y ventas de cientos de miles de euros, asumiendo riesgos gracias a sus aptitudes excepcionales. Así nos lo cuenta la literatura empresarial, que cae claramente en el género de la ficción. La realidad es bien distinta.

Terry Odean, de la Universidad de California, investigó los registros de siete años de una agencia que manejaba 10.000 cuentas bursátiles. Descubrió que, en promedio, la mayoría de las acciones vendidas habían subido más en el año siguiente que las compradas, es decir, los gestores se equivocaban con bastante frecuencia. No es el único estudio que así lo ha demostrado. Una forma de saber si realmente existen las aptitudes excepcionales del corredor de bolsa es estudiar si el éxito de los considerados mejores se mantiene en el tiempo. Si no se da esa regularidad, habrá que atribuirlo a la suerte. Daniel Kahneman hizo ese trabajo en una firma gestora de fondos. "Fue tarea fácil", ha dicho, sólo había que coger a todos los empleados, clasificarlos por sus resultados anuales en los últimos ocho años y analizar si sus aciertos persistían a lo largo del tiempo. Las correlaciones que encontró entre sueldos y aptitudes fue cero. Uno que acertaba un año se equivocaba al siguiente, y viceversa. Escribe Kahneman: "La firma recompensaba la suerte como si fuera una aptitud". Lo más asombroso para él, no obstante, fue que, tras relatar a los directivos aquellos resultados, no hicieron nada con ellos, salvo meterlos bajo la alfombra y seguir trabajando como siempre.

Yo no creo, como mi admirado Daniel Kahneman, que todo sea cuestión de suerte; también hay que aprender a aguantar el pis. Son años de entrenar la vejiga, reprimir la sed, dirigir el exceso hídrico corporal hacia las axilas, en fin... No es tan fácil como simple suerte. Ayer le pregunté a la cajera del súper cuánto aguanta ella. Me contestó que entra en el turno de las tres de la tarde y hasta las ocho no la sustituyen por primera vezpara ir al baño. Igual de hábil que un broker, ganará mil veces menos.

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