IRENE LOZANO. ESCRITORA
OPINIÓN

Porque no saben lo que hacen

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

La de Gregory Biggs es una historia real, pero podría servir de argumento a una novela sobre el perdón. A sus 37 años fue atropellado por una conductora ahíta de alcohol y marihuana... Al embestirle, Gregory fue catapultado y cayó sobre el propio coche: atravesó el parabrisas y aterrizó en el suelo del copiloto. Chante Mallard, la conductora, desorientada a causa del golpe y las drogas, detuvo el coche y al darse cuenta de que había un ser humano incrustado en su parabrisas, entró en pánico. Sólo acertó a seguir conduciendo hasta llegar a su casa. Gregory le pedía ayuda con el hilo de voz que le quedaba. Sin embargo, ella no hizo nada. Entró en el garaje, aparcó y se fue a dormir. Lo dejó morir desangrado. Se deshizo del cuerpo al día siguiente. Unos meses después la detuvieron y la condenaron a 50 años de cárcel.

El día de la lectura de la sentencia el hermano de la víctima quiso intervenir públicamente: "No hay ganadores en un caso como éste. Igual que nosotros perdimos a Greg, vosotros perderéis a vuestra hija (...). Quiero extender mi perdón a Chante Mallard y decirle que su familia está en mis oraciones".

Es asombroso que alguien pueda perdonar una brutalidad como ésa. Sin duda, los sentimientos religiosos le ayudaron, pero ¿y quienes no los tienen?

En el mismo año del atropello, 2001, una profesora de Psicología estadounidense, Charlotte Witvliet, demostró por primera vez las nefastas consecuencias para la salud de no perdonar. Sus estudios asociaban el resentimiento a una respuesta fisiológica idéntica a la del estrés, con todos sus efectos negativos. Investigaciones posteriores han revelado que perdonar reduce la presión arterial, el dolor, la ansiedad, el estrés y mejora el estado de ánimo y la autoestima. En Irlanda del Norte, familias católicas y protestantes que habían perdido a uno de sus miembros participaron en un programa para aprender a perdonar. Al cabo de unos meses, los síntomas de depresión entre ellos habían disminuido un 40%.

De modo que si piensas en no ir a votar el domingo porque no perdonas a esos políticastros que nos hacen perder el tiempo, reflexiona sobre el daño que te infliges a ti, a tu sistema inmune, a tu corazón, a tu estado de ánimo... Además, la abstención debilita la democracia. De forma un poco absurda, para vengarte de ellos, te privas a ti mismo del poder que te da votar, que no es otro que cambiar las cosas.

Y por último, ponte en el lugar de los líderes. ¿A cuántos amigos y familiares has oído decir: "Si el Sr. A pacta con el Sr. B, no le vuelvo a votar"? ¿Quiénes han sido incapaces de acordar: ellos o nosotros?

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