IRENE LOZANO. ESCRITORA
OPINIÓN

Cuando los locos bajitos piensan...

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

En el Día global del bienestar, una noticia me ha hecho recordar mis clases de Ética en el colegio. Debatíamos cosas como si era bueno legalizar el divorcio o si cualquiera podía creer en el dios que quisiera. Siempre había unos a favor y otros en contra, pero al terminar nos comíamos el cuerno de chocolate juntos. No es muy distinto de lo que hacen los diputados en el Congreso.

Aunque aquel profesor de Ética tenía por costumbre lanzarnos una tiza si nos pillaba cuchicheando, y el borrador si éramos reincidentes, tengo claro que me enseñó a ejercitar el músculo de la tolerancia. Además, la Filosofía mejora muchas otras capacidades cognitivas, como se ha comprobado en el Reino Unido con el programa Philosophy for Children. En él se enseña a niños de Primaria los hábitos de pensar, cuestionar y debatir. En la clase ven primero un vídeo; después, en silencio, piensan individualmente unos minutos sobre el tema, y luego preparan en equipos preguntas interesantes para debatir. Las discusiones pueden versar sobre "¿por qué los tenistas varones reciben más dinero de patrocinios que las mujeres?" O "¿se puede impedir a alguien pensar libremente?"

Va de suyo que esos locos bajitos mejoraron enseguida su capacidad de reflexionar y argumentar. El hallazgo realmente asombroso fue que, al evaluarlos y comparar sus resultados con chavales que no habían participado en el programa, se vio tras un solo curso que los niños filósofos habían progresado mucho más en Matemáticas y Lectura, el equivalente a dos meses de clase adicionales. Filosofar les hace, extra bonus, mejores lectores y más hábiles calculando. Será por todos esos beneficios por lo que aquí ya casi hemos conseguido erradicar la Filosofía de la enseñanza.

Los pequeños que más progresaron fueron los niños más pobres, lo cual nos habla del beneficio social que puede brindar la Filosofía. Tan satisfechos están los impulsores del programa, que ya analizan beneficios a medio plazo, como el aumento de la autoestima, la confianza y la paciencia. Para el largo plazo, quieren estudiar la incidencia positiva de la Filosofía sobre la felicidad y el bienestar infantil. Por eso hoy, Día global del bienestar, lo mejor que puedes hacer al volver del spa es sentarte un rato con tu hijo a pensar. El método es fácil: en vez de darle respuestas, hazle preguntas, y si se atasca, conviértela en una más fácil, más concreta o más pequeña. En realidad, los niños filosofan solos hasta que les hacemos creer que sus preguntas tienen una sola respuesta. En cuanto se les dan alas, vuelan. Y es gratis: Sócrates no lo patentó.

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