IRENE LOZANO. ESCRITORA
OPINIÓN

Carta a un odiador sin empatía hacia el dolor ajeno

Periodista, escritora y política.
Periodista, escritora y política.
JORGE PARÍS
Periodista, escritora y política.

Querido odiador,

No me odies por esto que te voy a decir: tu corazón negro es una amenaza para la sociedad. Se ha hecho público un informe de la OSCE cuyos datos provocan escalofrío. El año pasado se cometieron en nuestro país más de 1.300 crímenes de odio: agresiones, palizas, insultos, pintadas, amenazas, vejaciones. Y tres homicidios. Son muchos, sois muchos. Si se compara con hace cinco años, cuando sólo hubo 92, debemos preocuparnos.

Tú sabes muy bien qué motiva un crimen de odio: estrictamente la religión, el color de la piel, la orientación sexual, el género de la víctima o sus discapacidades. Son personas a las que tú consideras algo menos que un ser humano. Tus crímenes figuran entre los más repugnantes, esos que nos hacen calificar a alguien como ‘animal’. El odio al diferente forma parte de la naturaleza humana, pero eso no nos hace más comprensivos, sino todo lo contrario. Alguien sin el menor asomo de empatía ante el dolor ajeno sencillamente asusta, porque somos homo empathicus. Si nuestros ancestros no hubieran empatizado con su propia descendencia, no habrían atendido sus necesidades y no estaríamos aquí. La historia del progreso moral de la humanidad es la extensión de esa empatía: de nuestros hijos a nuestra familia, y luego al clan, la tribu, el pueblo, la nación.

Hemos llegado a la última fase. Todo ser humano es igual y es diferente a nosotros, en el mundo global nos definirá nuestra intención de fijarnos en lo que nos diferencia de otros o en lo común. A ti te animan mucho algunos líderes políticos que le sacan partido a las tensiones en nuestra identidad. Trump es el caso más evidente -por cierto, en EE UU se han incrementado los crímenes de odio coincidiendo con su campaña electoral-. En Reino Unido, ocurrió con el Brexit. Avivar el odio resulta sencillo. Lo difícil es lo que hizo Yosef Lapid. Siendo ministro de Justicia israelí, hará unos diez años, se atrevió a cuestionar los planes de su país para la demolición de viviendas de palestinos a lo largo de la frontera con Egipto. Explicó que vio a una mujer mayor, entre las ruinas de lo que había sido su casa, buscando sus medicinas bajo las losetas rotas del suelo, y pensó: "¿Qué diría si fuera mi abuela?" Empatizar con el enemigo es lo más difícil, pero mientras llegan esos líderes que apelen a nuestra humanidad común, ¿qué tal si cuando estés pateando a tu próxima víctima piensas que podría ser tu abuela?

Cordialmente Irene Lozano

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