ESTEBAN MIRA CABALLOS. DOCTOR EN HISTORIA DE AMÉRICA
OPINIÓN

La conquista de América, un sinfín de excesos

Esteban Mira Caballos. Doctor en Historia de América
Esteban Mira Caballos. Doctor en Historia de América
ESTEBAN MIRA CABALLOS
Esteban Mira Caballos. Doctor en Historia de América

La petición de la CUP de retirar la estatua del Almirante Cristóbal Colón de la ciudad de Barcelona ha vuelto a reabrir un viejo debate. Pertenezco a una corriente historiográfica que va mucho más allá de la narración de los hechos, y se vuelca con la interpretación y hasta con el enjuiciamiento del pasado. Y es que la historia no deja de ser una visión del pasado pero desde el presente. El historiador trabaja, como quería Reinhart Koselleck, con un futuro del pasado y reinterpreta éste en base a sus propias experiencias e inquietudes.

El descubrimiento y la conquista de América supusieron dos eslabones más en un largo proceso de expansión de Occidente que se inició en la Antigüedad y que culminó con el imperialismo contemporáneo. El Almirante de la Mar Océana Cristóbal Colón descubrió para Occidente todo un mundo que, en poco más de medio siglo, fue asolado y destruido. Su idea de llevar la palabra de Dios a los idólatras fue etnocida y su plan de rentabilizar la colonia, exportando miles de indios esclavos al Viejo Mundo, verdaderamente genocida. Yo siempre digo que el día que los amerindios conocieron a Colón fue un malísimo día para aquéllos. Y lo que vino después fue aún peor, la conquista, digno es reconocerlo.

Está claro que el descubrimiento y la conquista de América fue una guerra de usurpación y que, como tal, conllevó un sin fin de excesos. Ahora bien, no hay que olvidar que en los patrones éticos imperantes en su tiempo, las matanzas, las torturas o las amputaciones eran comunes y no escandalizaban. Y es que desgraciadamente la Historia está plagada de conflagraciones en las que se vivieron hechos similares. Las cosas fueron como fueron y no hay que sentir vergüenza por ello. Hasta tiempos muy recientes, la igualdad natural, las libertades individuales y los derechos humanos no existían ni en la teoría ni en la praxis.

Mi oposición a la retirada de los vestigios del pasado es contundente. Estoy en contra de retirar estatuas y monumentos a todo aquel que no se ajuste al parámetro actual de demócrata, pacifista o de defensor de los derechos humanos. La estatua de Cristóbal Colón de Barcelona no solo representa a un personaje de gran repercusión histórica sino que evidencia el sentir de las personas que en su día se la dedicaron. Si retiramos esta efigie, ¿Por qué no retirar las de todos los conquistadores? ¿Por qué no demoler la Puerta de Alcalá que la construyó el déspota Carlos III? ¿Por qué no arrinconar las estatuas de los Reyes Católicos de todas las ciudades de España? ¿Por qué no esconder las Meninas del insigne Diego Velázquez que representa a la familia del monarca absoluto Felipe IV?

Realmente, los hilos de la historia los mueven los medios de producción de cada época y no las personas, pues éstas actúan de la manera que su tiempo les impone. Dejemos a Cristóbal Colón donde está, así guardaremos la memoria histórica, feliz para unos y amarga para otros.

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