CÉSAR JAVIER PALACIOS. PERIODISTA EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
OPINIÓN

Hospitales en el Arca de Noé

César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
JORGE PARÍS
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.

Pascual Calabuig tiene un raro don. Es capaz de hipnotizar lagartos. No es un farol. Se lo he visto hacer con inmensos lagartos gigantes de La Gomera. Se acerca a ellos mientras les habla dulcemente y los animales se quedan inmóviles hasta dejarse atrapar con docilidad. Frente a los demás humanos salen corriendo como conejos asustados. En algún profundo rincón de su subconsciente, los reptiles le tienen por amigo. Ellos y los miles de animales salvajes que todos los años salva gracias a sus manos expertas en el centro de recuperación de fauna silvestre del Cabildo de Gran Canaria. El año pasado, 2.140 ejemplares de 89 especies diferentes, ahí es nada. De ellos logró devolver al campito, sanos y totalmente recuperados, a más del 77% de los ingresados. Algunos eran tortugas marinas prácticamente desahuciadas, con el caparazón reventado o las aletas rotas, pero Pascual las deja como nuevas.

Un hospital de fauna no es un lugar agradable. A esta Arca de Noé llegan las víctimas colaterales de nuestra sociedad moderna. También de nuestras frustraciones. Lechuzas atropelladas, águilas reventadas contra cables eléctricos, halcones y aguiluchos tiroteados, buitres envenenados, azores robados, búhos reales electrocutados. Mi primer contacto juvenil con este tipo de instalaciones fue en Mártioda (Vitoria), donde el llorado José Ignacio Aresti abrió hace 40 años uno de los primeros centros de este tipo. Allí di el biberón a la osa Pecas, que tiempo después acabaría matando a su cuidador, la vida es así de terrible. El mono Patxi nos hacía sus gracias y un lobo rescatado me arrancó la bota de un mordisco y a punto estuvo de llevarse alguno de los dedos. Allí llevamos a Güiño, una cigüeña que nos encontramos en el campo y que después de comerse ingentes cantidades de pescado fresco no había manera de hacerla volar. La lanzábamos por las laderas de Burgos y siempre caía la pobre al suelo, unas veces medio bien y otras medio mal, de cabeza. Un desastre. Nada más llegar con ella a Vitoria, en el capó del coche de un amigo, Aresti le hizo varias radiografías que desvelaron la razón de su torpeza. Tenía un ala rota. "Mira que sois bestias", nos dijo con su tono burlón característico de buen vasco. "¿Cómo va a volar con los huesos rotos?". Me quedó claro que, si encuentras un animal herido, siempre hay que llevarlo a profesionales.

En el Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA) saben bien de lo que hablo. Desde su creación en 1981 ha atendido a más de 60.000 animales salvajes en su hospital de fauna salvaje de Majadahonda (Madrid), considerado el más grande y de más actividad de Europa. Dirigido por Ernesto Álvarez, tiene una plantilla de 25 personas entre veterinarios, biólogos y naturalistas. Y todavía mejor, cuenta con una red de decenas de voluntarios y el apoyo de más de 3.000 socios, fundamental para poder seguir manteniendo tan loable actividad. Igual que en cualquier hospital, cuando allí ingresa un animal herido se le hace el diagnóstico después de numerosas pruebas y, si es necesario, se anestesia y opera. Una vez sale de peligro, debe recuperar la movilidad, y en el caso de tan peculiares pacientes eso supone lograr que vuelvan a volar, correr, cazar o pescar. Por esta razón, en su plantel de especialistas también cuentan con rehabilitadores y fisioterapeutas especializados en fauna. Su trabajo es dificilísimo. Si cuando nos rompemos un pie o un brazo resulta penoso recuperar la movilidad, imagina lo que tiene que ser enseñar a una garza a volar, nosotros que apenas podemos soñar con hacerlo.

Estos hospitales nos muestran lo mejor y lo peor de nosotros. Los tristes ojos de un mochuelo herido por el disparo de algún mal nacido y el pollo de una golondrina caído del nido, recogido por un alma bonita y al que otra alma aún más bella se afana en dar de comer con la emoción de verla, algún día, surcar las nubes camino de sus ilusiones.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento