CÉSAR JAVIER PALACIOS. PERIODISTA EXPERTO EN MEDIO AMBIENTE
OPINIÓN

Deja de hacer el idiota con las piedras

César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.
JORGE PARÍS
César Javier Palacios, colaborador del 20minutos.

Ya lo decía san Jerónimo en su primera traducción de la Biblia: "El número de los necios es infinito". Y si lo era en el siglo IV, no te digo yo ahora que andamos todos tontos con el bombardeo diario de tanto mensaje ridículo vía wasaps, el Facebook o los tuits. A la mierda el espíritu crítico. Los necios y sus chaladuras están de moda. Sus tonterías son tan contagiosas que enseguida acaban convertidas en virales. Las empieza uno y le siguen diez millones. Como la inmensa chorrada de llenar el campo de inestables torres de piedras a modo de esculturas modernas. ¿A quién se le ocurrió tamaña majadería? Caminas por un acantilado y allí están, cientos de mojones reventando el horizonte. Subes una montaña y no hay piedra que no se haya colocado una sobre otra. Lo mismo ocurre en la playa, en los ríos, en los cerros. No contentos con llenar los puentes de candados amatorios, ahora a los paseantes les ha dado por la fiebre de levantar tetris verticales, de escribir corazones y poner sus miles de nombres. La única intención es dejar huella de sus vacaciones más allá de los selfis. Pero esa huella es tan terrible como la del caballo de Atila. Especialmente cuando se realiza en espacios naturales protegidos, en el litoral o en las laderas de las montañas. Menudo estropicio.

Para empezar estamos desvirtuando y banalizando el paisaje, aquel que precisamente buscamos por su belleza, pero al que luego perturbamos gravemente con los dichosos montoncitos. En segundo lugar, removiendo el terreno y levantando piedras alteramos el hábitat de infinidad de especies animales (insectos, caracoles, reptiles, pequeños mamíferos) y raros vegetales que encuentran su refugio en las piedras que de modo natural se distribuyen por el territorio y a los que, directamente, estamos dejando sin hogar con este tipo de prácticas inadecuadas. En tercer lugar, con los amontonamientos desnudamos un suelo que queda desprotegido, abandonado a la erosión del agua y el viento, cada vez más estéril. Una cuarta razón serían los problemas de seguridad que estos inestables montículos pueden ocasionar, desde accidentes de los senderistas hasta viandantes perdidos entre esos bosques pétreos donde se confunden fácilmente los caminos. Y por si todo ello fuera poco, muchas veces destruimos sin saberlo un valioso patrimonio arqueológico o etnográfico, porque esas piedras pueden ser restos de estructuras habitacionales romanas, celtíberas, e incluso bifaces prehistóricos.

Tengo una amiga que justifica estas construcciones de piedra aduciendo una larga serie de extrañas teorías mágico-pirulis. Un nosequé de campos energéticos mezclado con señales para los extraterrestres, a cuya memoria también dedican gigantescos dibujos laberínticos en el suelo. En ese totum revolutum cósmico traen a colación apachetas andinas que mezclan con la tradición judía de depositar piedrecitas en las tumbas de un ser querido. Todo vale en el nuevo mundo moderno de modas tontas bajo el lema de "me han dicho que trae buena suerte".

Hay un viejo lema de viajeros que siempre me gustó: "Llévate los recuerdos, deja solo tus huellas". Justo ahora celebramos los 200 años del nacimiento del norteamericano Henry David Thoreau, considerado padre del ecologismo. Es precisamente frente a esta ansia viajera por acaparar una ridícula parcelita de eternidad, por dejar constancia de nuestro paso por la vida y el campo a golpe de montoncitos de piedras, cuando deberíamos recordar una de sus frases más célebres: "Un hombre es rico en relación con el número de cosas de las que puede prescindir". Y de todas ellas la de levantar mojones es sin duda la primera a abandonar. Porque por si fuera poco, eso de mover piedras está prohibido, y como te pille un agente de medioambiente te va a caer un merecido multón. Por los extraterrestres tampoco te preocupes. De existir, dudo que les interesemos, pero aún veo más difícil que puedan aterrizar en medio de esos pedregales.

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