CARLOS SANTOS. PERIODISTA
OPINIÓN

Está pasando

Congreso de los Diputados.
Congreso de los Diputados.
EFE
Congreso de los Diputados.

Pongamos que las cosas siguen como están por tiempo indefinido, que el sudoku no tiene solución, que el laberinto no tiene salida, que el mapa político sigue fragmentado, que a la derecha y la izquierda de los partidos tradicionales, corrompidos y sin otras ideas que la de salvar los muebles, siguen surgiendo ofertas en la línea, también clásica pero igualmente inútil, de ‘esto lo arreglo yo en dos patás’.

Pongamos que vivimos grandes momentos para el oportunismo y pésimos para el análisis sosegado y el acuerdo entre diferentes, que las emociones eclipsan las razones, que los halcones chillan más que las palomas.

Pongamos, ya puestos, que los políticos catalanes presos pasan unos años en la cárcel, sus compañeros de viaje siguen jugando al sokatira (lo han hecho siempre los nacionalistas, para justificar su existencia y sus coches oficiales), aunque la soga esté a punto de partirse, y la única respuesta de los políticos emergentes es golpearlos tenazmente con el artículo 155.

Pongamos que, frente al vendaval de política emocional desatado, otros desatan también sus emociones y frente a sus banderas desempolvan las propias, sin recordar cómo empezó todo. Pongamos que quienes deberían buscar salida en la Constitución, que pese a sus defectos es una de las más progresistas del mundo, la dejan en manos de quienes en su día estaban en contra.

Pongamos que los adanistas siguen con su adanismo, los oportunistas con su oportunismo y las aves carroñeras con su carroña. Pongamos que ni siquiera son capaces de defender valores básicos, como la libertad, ni de advertir evidencias cotidianas: las mujeres son menos libres que los hombres. Pongamos que no hay que poner nada. Está pasando.

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