CARLOS G. MIRANDA. Escritor
OPINIÓN

¿Nunca voy a vivir en una casa que sea mía de verdad?

Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.
Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.

Mi hermana ha cumplido los cuarenta, así que le preparamos una fiesta sorpresa para celebrarlo. Fue en su piso, que se compró cuando el barrio era uno de esos que estaban lejos, pero ahora ya llega el metro. Me encontré allí con sus amigos, que son cuarentones de los que tienen trabajos en los que te suben el IPC cada año y viven en casas en propiedad. Cuando me preguntaron qué tal me iba a mí, les conté que tengo trabajo, aunque no veo un contrato fijo desde el siglo pasado, y que mi piso es del casero.

Siempre he vivido de alquiler, por el centro. Empecé en un piso compartido, con otros nueve (salió mal, claro). Luego me fui a un loft, que era como llamaba el propietario a un bajo interior de 25 metros, y después alquilé un piso con mi novia. Cuando me plantó, me fui al apartamento en el que vivo, que está bien, pero el baño pide una reforma (el casero no está tan de acuerdo). Los amigos de mi hermana me miraron con compasión por lo de que aún vivía de alquiler; a mi edad, ellos ya habían dejado atrás lo de no tener una casa que sea realmente tuya. Les dije que los jóvenes (recalcando bien la palabra) ahora vivimos todos de alquiler, como en Friends, y luego les devolví la cara de pena.

Pero, al día siguiente, sin la dosis de autoestima que dan las copas, me vino la angustia por lo que me dijeron. ¿Y si estaba tirando el dinero con lo del alquiler en lugar de pagar menos por una hipoteca? ¿Y si nunca tenía una casa que de verdad fuera mía?

Uno de los amigos de mi hermana trabaja en un banco, fue él quien le consiguió la hipoteca. Me dio su tarjeta en la fiesta porque tenía una promoción por el centro que seguro que me gustaba, así que le llamé, por no hacerle el feo. Fui a ver el piso, que era la leche y estaba genial de precio, por el mismo motivo. Quedé con él en que me llamaría en unos días para ver por cuánto me salía la hipoteca, pero porque se tomó como algo personal conseguírmela. Y conste que lo de ir a ver muebles para el piso nuevo fue cosa de mi madre. Mis amigos también se llevaron una alegría cuando les conté que estaba detrás de comprarme una casa, así que se presentaron en mi apartamento para celebrarlo con cervezas. Avisaron a unos cuantos amigos más que trajeron botellas de Jäger, así que aquello se convirtió en la fiesta oficial de despedida de mi piso. Hasta que apareció mi vecino de arriba, que es de los que llama a la Policía en cuanto alguien se está divirtiendo...

Se vengó al día siguiente poniendo a todo volumen el disco de Bertín Osborne Crooner en bucle. Entonces pensé que como me tocara un vecino así en la casa comprada no me lo iba a poder quitar de encima (literalmente) avisando con un mes de antelación de que me mudaba. Eso ya iba a ser de por vida. Dios. Llamé al amigo de mi hermana para decirle que me tenía que pensar un poquito más lo del piso, pero me dijo que mejor porque, después de calcularlo, lo de que me ayudaran en el banco a financiarlo no iba a ser posible hasta que estuviera en un momento con un futuro laboral menos arriesgado. Le dije que cuando mi hermana le pidió la hipoteca tenía bastante menos solvencia, pero él me recordó que en aquel entonces ella tenía diez años menos que yo.

He movido ficha después de que la crisis nos convirtiera a todos en trabajadores de riesgo y las puertas de los pisos en propiedad se cerraran con dos vueltas de llave. Si se vuelven a abrir será para los que vienen detrás, que los que sumamos tres décadas y media lo tenemos difícil para pagar una hipoteca antes de jubilarnos. Son lentejas, aunque no las cocinamos nosotros.

Lo bueno es que yo puedo vivir en un montón de pisos de alquiler sin tener que aguantar el mal gusto musical del vecino de arriba de por vida. Y todos habrán sido mi casa. Los pisos de alquiler de los de Friends eran sus casas de verdad, ¿no?

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