Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Estados Unidos: situación inconcebible

Seguidores del presidente saliente de EE UU, Donald Trump, en el interior del Capitolio, en Washington DC.
Seguidores del presidente saliente de EE UU, Donald Trump, en el interior del Capitolio, en Washington DC.
JIM LO SCALZO / EFE
Seguidores del presidente saliente de EE UU, Donald Trump, en el interior del Capitolio, en Washington DC.

Lo menos que se puede decir sobre lo ocurrido este miércoles a las puertas del Capitolio en Washington –sede del Senado y el Congreso de los Estados Unidos– es que se trata de un espectáculo inconcebible, inconcebible en la primera potencia del mundo. Sólo si tratase de una república bananera, sumida en la pobreza y aún sin cultura democrática ni respeto a la Constitución, podría uno imaginarse las escenas que hemos vivido en televisión y, especialmente el pelaje del personaje inenarrable que está detrás.

La realidad es que la sombra de Donald Trump y sus ansias de venganza son alargadas y, como se temía, conocido su orgullo y terquedad, son peligrosas. No acepta el resultado de las elecciones presidenciales que perdió en noviembre. Ya antes había estado empañando la campaña con insinuaciones sobre el fraude que su mente calenturienta aseguraba que se produciría durante el recuento de los votos.

Desde el primer momento ya lanzó la acusación de que habían sido amañadas y de nada sirvió que tanto los resultados oficiales como el dictamen de todos los estamentos de la Federación, incluido el Tribunal Supremo, garantizasen que la elección que dio la victoria al demócrata Joseph Biden había sido correcta tras revisar el recuento de las papeletas Estado por Estado.

Donald Trump enseguida puso en evidencia que la carrera de disparates que había mantenido durante los cuatro años de su mandato, seguía aumentando conforme se venía acercando la hora de abandonar la Casa Blanca; de perder el poder que le había proporcionado la imagen de estrambótico, torpe, grosero y ególatra. Su Presidencia pasará a la Historia como la más ridícula, polémica y esperpéntica que se recuerda.

Sólo le faltaba para consumar el bochornoso e irresponsable recuerdo, la desperada actuación que protagonizó para intentar mantenerse en el cargo que, con semejante desfachatez, venía desempeñando. Buscó todas las argucias legales para obligar a repetir las elecciones, presionó a altos funcionarios para que se saltasen la vieja Constitución de Filadelfia, hasta concluir con el atentado de sus matones fanáticos contra la siempre respetada institución del Parlamento.

Trump, mientras tanto, ha dividido a la sociedad estadounidense, propició entre una parte que su verborrea populista sea aceptada como la verdad insoslayable, deja deterioradas las instituciones y ha ratificado su ya conocida falta de escrúpulos políticos y sociales. La movilización de algunos energúmenos que intentaron asaltar la sagrada sede parlamentaria carece de nombre.

Primero fue él quien creó el ambiente, lo estimuló durante las primeras horas e intentó enmascararlo durante la noche, cuando ya había que lamentar heridos, pidiéndoles a los asaltantes que regresasen a sus casas, pero sin criticar en ningún momento su actitud intolerable. Quedan dos semanas para la toma de posesión de Biden y se incrementan las dudas sobre lo que semejante sujeto aún será capaz de hacer desde el mando que sigue ostentando y con el dinero con cuenta.

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