Quizás el PSOE de Pedro Sánchez no tenga otra opción que la del acuerdo con Esquerra Republicana de Cataluña para lograr un Gobierno estable después de diez meses de un Ejecutivo en funciones y en modo electoral.
Pero convendría que no normalicemos una situación como esta. Se está negociando con un partido político independentista cuyo líder está en la cárcel por sedición y malversación y que tiene a su número dos fugada en un cantón suizo. Y a eso se le añade otro detalle que no es anecdótico: este partido al que se corteja para lograr el desbloqueo de España tiene la ilusión de romper España en cuanto le sea posible.
Quizás sea verdad que no hay realmente una alternativa constitucionalista por el enroque de un PP que prefiere el «cuanto peor ahora para España, mejor para mí a medio plazo», y que es mejor este enredo que unas terceras elecciones que pondrían a prueba la paciencia y la templanza de los españoles, pero cuesta creer que la oferta de los herederos de Carod Rovira sea la única posible.
Y cuesta pensar que un partido con sentido de Estado como el PSOE no quiera explorar el acuerdo de las grandes fuerzas constitucionales, incluida Cs, y casi que se ponga en manos de Oriol Junqueras solo un mes después de haber emprendido desde el Gobierno una esforzada y meritoria campaña interior y exterior para denunciar las intoxicaciones del nacionalismo sectario y rupturista de JxCat y de la Esquerra Republicana de Oriol Junqueras y su embajador en la Corte, el señor Rufián. De momento, lo de ahora no hay quien lo digiera... ni aunque pertenezcamos al grupo de los que son capaces de aceptar que las ballenas son animales de compañía.
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