OPINIÓN

Rechazar puede cambiar el mundo

Residuos plásticos.
Residuos plásticos.
Greenpeace
Residuos plásticos.

Tres erres mayúsculas son la base de la economía circular, la revolución en el consumo que está llamada a solucionar muchos de los males de nuestra derrochona sociedad actual: reducir, reutilizar y reciclar. Pero es necesario añadir una cuarta erre, la de rechazar. Se llama consumidor responsable, aquel que sabe muy bien lo que quiere comprar, pero ante todo tiene muy claro lo que no quiere comprar, productos innecesarios o dañinos para el medioambiente, las personas y los animales no pensantes.

Nunca antes habíamos tenido tanta fuerza individual. Si no hay compradores no hay producto. Porque no lo olvidemos, somos sapiens, la especie inteligente. Y esa inteligencia, unida a un instinto de supervivencia desarrollado a lo largo de 300.000 años de historia, ha encendido todas las alarmas. Si queremos que nuestro gen egoísta sobreviva en las próximas generaciones debemos garantizar el desarrollo de un modelo económico viable.

El usar y tirar sin límite en un planeta con recursos limitados donde nuestras ciudades no paran de crecer y aumentar su fortaleza consumista tiene difícil futuro. La población mundial ha pasado en apenas 200 años de los 1.000 millones de habitantes a los 7.700 millones actuales

A finales de este siglo seremos justo el doble de los que nos apiñamos en la actualidad. No se trata de pensar en teléfonos o coches. ¿Habrá comida para todos? ¿Habrá menos basura o seguiremos generándola sin límite hasta acabar enterrados en ella? Para evitar la que se avecina, frente a la economía lineal actual se empieza a promover la economía circular, esa que se da en la naturaleza, donde nada se desperdicia. La misma que tuvimos durante milenios y olvidamos hace nada. Donde menos es más.

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