OPINIÓN

¿Irene Montero promueve el feminismo elitista?

El pasado jueves 13 de febrero la ministra de Igualdad, Irene Montero, cumplía 32 años y sus compañeros decidieron felicitarla dándole una sorpresa en la sede del ministerio de Igualdad. La decisión de compartir este vídeo en redes sociales soplando las velas en la sala de reuniones del ministerio ha suscitado polémica.
El pasado jueves 13 de febrero la ministra de Igualdad, Irene Montero, cumplía 32 años y sus compañeros decidieron felicitarla dándole una sorpresa en la sede del ministerio de Igualdad. La decisión de compartir este vídeo en redes sociales soplando las velas en la sala de reuniones del ministerio ha suscitado polémica.
El pasado jueves 13 de febrero la ministra de Igualdad, Irene Montero, cumplía 32 años y sus compañeros decidieron felicitarla dándole una sorpresa en la sede del ministerio de Igualdad. La decisión de compartir este vídeo en redes sociales soplando las velas en la sala de reuniones del ministerio ha suscitado polémica.

Este martes se presenta el anteproyecto de Ley de Violencias Sexuales impulsado por la ministra de Igualdad. Montero demuestra estar haciendo los deberes desde su ministerio pese a las críticas por su excesiva presencia online. Sus vídeos de cumpleaños, con su hija en el Instituto de la Mujer o reunida con influencers se han tachado en las redes a las que se dirigen de infantilismo político, propaganda y narcisismo digital.

Lo cierto es que la presencia online ya es una parte más de las obligaciones en la era de la política cercana. El problema viene cuando los dirigentes creen que para conseguir proximidad no deben tomarse en serio, que ya se sabe que los ciudadanos no lo hacemos. También que consideramos que la gestión del país es un hobbie y no un trabajo que pagamos todos.

Ironías aparte, por muy bien que lo haga el Ministerio de Igualdad siempre le van a llover haters digitales. La culpa es de la inmunidad con la que ha nacido; al que se muestra crítico le bombardean con tuits de «machista», «cateto» y «facha».  Igual sí, pero también podría ser que fuese alguien que cree que la desigualdad debería aprender de los errores que la generaron y no ser de nuevo excluyente. Que los hombres tendrían que ser agentes del cambio en una sociedad plural y no espectadores. 

En ese caso, la igualdad se contemplaría desde la perspectiva de género y nunca desde el pensamiento único que impone por igual la inmunidad y vulnerabilidad de las mujeres. Ese mensaje controvertido es el que más repiten en redes actrices, humoristas, ilustradoras e influencers, mujeres urbanas de clase media a las que ya hasta los políticos toman por intelectuales de género. 

La igualdad no es una guerra 
que se libra en las redes sociales

Son el feminismo hegemónico industrializado que sobrevuela la parte dura (14 asesinatos en 2020) y reivindica la superficialidad feminista a través de un comportamiento, y solo uno. Una ideología y sesgada que uniforma mujeres en algo más que derechos y responsabilidades, pero que genera el aplauso fácil por su beligerancia.

La ministra que representa la igualdad no puede caer en el feminismo homogéneo elitista. Quizás Montero se empodere llevando a su hija al trabajo, pero en el resto de las mujeres no se dan las circunstancias para que puedan hacerlo. Faltan guarderías en las empresas, y en las calles, de las públicas. Tampoco los hombres lo tenemos fácil con las bajas de paternidad. 

Como autónomo tengo un montón de jefes (y jefas) y la mayoría daban por hecho que no me tomaría un parón. Perdón, esta protesta no la puedo hacer que a mí lo que me toca es ser un buen aliado... ¿Y si nos apartamos del lenguaje bélico? La igualdad no es una guerra que se libra en redes sociales, ni el 8-M es la batalla. El feminismo es el triunfo de una sociedad más justa, diversa y, sobre todo, democrática.

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