Un trozo de París en Madrid

El barrio más señorial de la ciudad fue construido a principios del siglo XX. Poco a poco, la mayoría de sus viviendas se reconvierten en oficinas.
El Ritz nació para ofrecer al viajero un establecimiento de lujo.
El Ritz nació para ofrecer al viajero un establecimiento de lujo.
J. París
El Ritz nació para ofrecer al viajero un establecimiento de lujo.

"Hubo un tiempo en que Madrid quiso ser París, y este barrio es el resultado de ese empeño"

Si saber es acordarse, como decía el viejo Aristóteles, Fernando indudablemente sabe mucho y bien.

Con voz tan pausada como su caminar, va salpicando nuestro recorrido, por las inmediaciones del Jardín Botánico, con infinidad de datos históricos, oportunas anécdotas y recuerdos cuajados de ironía de sus más de siete décadas vividas en el barrio.

Todo empezó en 1900

Pero retrocedamos hasta los albores del siglo xx, cuando surge en Europa un nuevo tipo de viajante al que por entonces se le empieza a reconocer como turista.

Fue el rey Alfonso XIII, tras un viaje por el continente, durante el cual se alojó en los mejores hoteles, el que se dio cuenta de que a Madrid le faltaba un gran establecimiento de lujo para equipararse a las grandes capitales europeas.

Madrid debía ofrecer a esta nueva clase viajera algo realmente exquisito, capaz de satisfacer el gusto más refinado. De aquel sueño del monarca nacería el Hotel Ritz, equipado por entonces con el lujo más innovador.

No hay más que decir que, para asombro del viajero, ¡el hotel contaba con un teléfono en cada piso, al lado del ascensor, y hasta cuatro cuartos de baño por planta!

Los ladrones también son refinados

"Aquí hasta los ladrones son exquisitos", comenta Fernando. "Recuerdo que hace unos años entraron en una vivienda de la calle Felipe IV cuya fachada estaba siendo restaurada. Lo hicieron de noche y mientras la familia dormía", relata.

"Entre todos los cuadros que había en la casa, los bribones sólo se llevaron dos goyas. Y aún más significativo fue que únicamente eligieron las piezas de Fabergé, de entre toda una colección de huevos joya que se exponía dentro de una vitrina, ¡fíjese si eran esos bichos entendidos en arte!".

Uno de los lugares favoritos de Fernando son las casetas de la cuesta de Moyano, lugar al que ha sido fiel durante la mayoría de los sábados de su vida, salvo contadas excepciones, hasta su traslado temporal al Paseo del Prado.

Los libreros mantuvieron las casetas abiertas, incluso durante la Guerra Civil
"Más fieles han sido los libreros a los madrileños que mantuvieron las casetas abiertas al público, incluso durante la Guerra Civil" continúa Fernando.

La mayoría de los libreros conocen a Fernando por su nombre, y saben que siempre pasa a saludar aunque no compre nada.

Prefieren su nueva ubicación

Cuando nos alejamos de las casetas, Fernando me cuenta que algunos de los libreros están encantados con el cambio de ubicación porque dicen que ganan más en el Paseo del Prado.

"Es que a la Cuesta de Moyano ya sólo nos acercábamos unos pocos románticos".

No falta mucho para que las casetas vuelvan a su sitio original, pero los libreros piden que lo hagan al mismo lugar de antaño, pegadas a la verja del Jardín Botánico, donde se sienten más seguros, y no en pequeños grupos en medio de la nueva calle peatonal como pretende el Ayuntamiento.

"La gente no disfruta de lo que tiene. Conozco a algunos que se quejan de que aquí no hay tiendas y tienen que ir muy lejos a hacer las compras, fíjese que tontería", dice Fernando.

"Pero los habitantes de este barrio tenemos que darnos cuenta de que somos unos privilegiados. Gozamos de cientos de hectáreas de parque entre el Retiro y el Botánico y somos vecinos del mejor museo del mundo, como es el Prado. No tendremos comercios, pero a cambio se nos ofrecen un montón de librerías. Dígame usted qué más se puede pedir".

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