Supongo que me refería a la ilusión del momento. En Barakaldo reunimos a 10.000 personas y volvíamos a estar en lo más alto. Lo hemos conseguido tres veces a lo largo de nuestra historia y es para sentirse orgulloso.

A los cuarenta y pico, uno ya no se come el mundo como a los veinte, ¿no?

Más. A los veinte puedes equivocarte, pero a los cuarenta un error es definitivo y si te lanzas, vas a por todas.

¿Igual de crápula, pues?

A todos nos gusta vivir la vida a los 25, pero ahora soy un artista de la buena vida. Es patético que alguien de más de 40 años persiga a niñas de 20, se ponga hasta el culo de cocaína y no dedique las horas que debe al oficio. Es más importante hacer buenas canciones.

Decía que ha estado tres veces en lo más alto. ¿No se regenera el rock?

El problema del rock español es el cutrerío, la litrona. Y eso le impide ver más allá, sigue anclado en los setenta y no se ha enterado de que el rock no es sólo música, sino una actitud y todo lo que la rodea, como la literatura, la poesía o el cine.

¿Pertenece a otra época?

Todos esos festivales tan modernos, como el Sónar, recurren al rock. Ahora es la influencia fundamental de todas las músicas. La electrónica, que tanto vapuleaba antes al rock, ahora coge a este estilo como nueva influencia. Uno se sienta y se ríe.

¿Vuelve a tocar los temas compuestos en los ochenta?

Hice canciones en los ochenta, como las hice en los noventa y como las hago ahora. Yo nunca miro hacia atrás, los ochenta estuvieron muy bien, pero no forman parte de mi repertorio. Que los reivindique parte de una generación joven me parece bien, pero que lo haga mi generación me parece patético, típico de cuarentones. No pierdo ni un minuto en eso.

Bio

José María Sanz, Loquillo, nació en Barcelona en 1960. Con 20 años sacó Los tiempos están cambiando. Desde 1983 le acompañan Los Trogloditas. Su último trabajo, Hermanos de sangre, es un doble CD de dos conciertos: en Barcelona y Barakaldo.