Su larga sombra no es, sin embargo, más que un juego de niños si la comparamos con las que emiten las cerca de veinte antenas de telefonía móvil que amenazan, desde la sede central de Telefónica en Murcia, los toboganes de los parques de la Seda, Salitre y la Pólvora. En menos de 50 metros, este círculo, que podría servir para una novela de Asimov, se cierne sobre las cabezas de los niños.
Esta buena influencia de los celulares, que no se llaman así porque ataquen las células de los niños, les permitirá, quizá, para que cuando le regalen el móvil en la comunión no tengan necesidad de cargar la batería. Todo sea por el progreso y la libertad que a todos nos proporcionan los móviles.
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