Un investigador del CITA asegura que el futuro de la dieta lleva una relación "sentimental" con los alimentos

La dieta funcional y los alimentos funcionales están intrínsecamente unidos a la salud, pero, además, el conocimiento del consumidor hace que, cada vez, exista una vinculación con el sentimiento o las emociones. "Vamos a llegar a una relación sentimental o emocional con los alimentos". Ésta es una de las conclusiones de la conferencia sobre 'Alimentos funcionales y la salud' que ha pronunciado el investigador del CITA La Rioja, Francisco San José, en la Casa de las Ciencias, de Logroño.
Conferencia investigador
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La dieta funcional y los alimentos funcionales están intrínsecamente unidos a la salud, pero, además, el conocimiento del consumidor hace que, cada vez, exista una vinculación con el sentimiento o las emociones. "Vamos a llegar a una relación sentimental o emocional con los alimentos". Ésta es una de las conclusiones de la conferencia sobre 'Alimentos funcionales y la salud' que ha pronunciado el investigador del CITA La Rioja, Francisco San José, en la Casa de las Ciencias, de Logroño.

A partir de una descripción de la nutrición y la dieta en la sociedad contemporánea, calificando la obesidad como la "pandemia" de la sociedad occidental actual, San José ha descrito el origen y desarrollo de los alimentos funcionales, pasando por la legislación y perspectivas de futuro.

"Existe un gran potencial para mejorar las propiedades nutricionales y la salud a través de los alimentos", señaló y en esta línea citó diversos aspectos relacionados con la investigación e innovación en biotecnología de los alimentos que ha llegado a productos como el tomate que ha sido modificado genéticamente para actuar como vacuna.

Un alimento se denomina funcional cuando, más allá de su valor nutricional, ha demostrado satisfactoriamente que tiene un efecto beneficioso sobre una o más funciones del organismo humano, de forma que es el relevante para mejorar la salud humana o la calidad de vida, o para reducir los riesgos de enfermedades.

En opinión de Francisco San José, la calidad de vida y el sentirse bien con el producto va a ser cada vez más un aspecto que busque el consumidor. Así, por ejemplo, la industria ya está presentando etiquetas que destacan cuestiones relacionadas con el medio ambiente como la producción de CO2 que ha supuesto un alimento desde su origen a la distribución en el lineal del supermercado, incluido el transporte, o que haya sido producido sin organismos genéticamente modificados.

El etiquetado y la información al consumidor tiene una importancia crucial. "Hacer funcional la dieta y, por tanto, que produzca los beneficios que queremos en nuestro organismo, está vinculado a controlar el aporte calórico y a mezclar alimentos". Los alimentos funcionales que la industria aporta vienen a suplir las carencias y a resaltar una determinada capacidad. "Hay que conocer qué propiedades tiene cada producto, saber cómo nos afecta y cuáles son las necesidades de nuestro organismo", explicó San José.

El mercado ofrece muchos alimentos funcionales, que, en ocasiones, vienen a corregir lo que podría aportar una dieta variada. Cada producto funcional tiene una misión. Algunos ejemplos de productos funcionales, citados en la conferencia, son: la sal yodada, los probióticos, los fitoesteroles, fitoestrógenos, ácidos grasos omega 3 y omega 6; carotenos, polifenoles, CLA, FOS o la stevia, cuyo extracto tiene hasta 300 veces el dulzor del azúcar, y está llamada a sustituir a los edulcorantes artificiales. Entre los productos funcionales, se han destacado el resveratrol y el selenio.

El primero porque se encuentra en la uva y productos derivados como el vino y el mosto y es un antioxidante y el selenio para hacer referencia a sus propiedades antienvejecimiento y anticancerígenas, así como a la investigación que desarrolla el CTICH en champiñones con elevado aporte de selenio,

La dieta mediterránea es una dieta funcional porque es variada y combinaciones clásicas de alimentos también son funcionales. Es el caso, por ejemplo, de la combinación de legumbres y arroz que consigue un equilibrio en aminoácidos o la de legumbres, cereales y cítricos que es beneficiosa para situaciones de anemias carenciales.

La observación de la naturaleza es fuente de alimentos funcionales, que, en ocasiones, forman parte de la tradición popular. "Mi abuela se ponía clavo molido con aceite y pan en la muela cuando le dolía", explicó Francisco San José como anécdota. "Ella no lo sabía, pero el clavo contiene eugenol", que es una sustancia antibacteriana. Otros ejemplos son la clara de huevo para la garganta, que, además de sabiduría popular, contiene lisozima, que es un antibiótico natural.

El mercado, la industria y, en especial, el consumidor deben tener y facilitar la información necesaria para una dieta equilibrada y con las aportaciones que realmente sean beneficiosas para el organismo. De ahí la importancia de conocer cuáles son las funciones de los alimentos y de los alimentos funcionales.

La tarea del mercado y del consumidor es identificar qué alimentos le convienen porque si los alimentos funcionales se combinan con un estilo de vida sano, pueden contribuir de forma positiva a mejorar la salud y el bienestar.

La conferencia 'Alimentos funcionales y la salud', a cargo del investigador del CITA La Rioja, Franciscos San José, ha sido la aportación del CTIC-CITA al Programa de Navidad de la Casa de las Ciencias.

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