Los ‘pinganillos’ compiten ya con las chuletas para copiar en clase

Los artilugios han entrado en las aulas murcianas. En la Región se venden 30 al año para aprobar sin complicaciones.
De los guardaespaldas a los estudiantes, las nuevas chuletas entran en el siglo de la tecnología. Con poco más de un centímetro de longitud, sin antenas y con telefonía móvil, el pinganillo es la nueva forma de aprobar exámenes.

En Murcia se venden de 20 a 30 unidades al año a un precio de entre 720 a 960 euros. Según la empresa que los fabrica son casi invisibles, aunque hay un modelo más económico, de 260 euros, que lleva antena y se ve mucho.

La empresa fabricante, de Zaragoza, tiene la patente y es la única firma española que los suministra.

El modo de hacerse con uno es o bien visitando la fábrica o por mensajería. Para conocer los modelos puedes visitar la página web www.pinganillos.com.

El responsable de la empresa comenta que, aunque el pinganillo se diseñó para los guardaespaldas, actualmente la mayoría de los usuarios son estudiantes, además de abogados y periodistas.

Los estudiantes los suelen comprar para luego alquilarlos o venderlos. Sólo hay que visitar algunos foros, como www.universitarios.de, para ver precios más asequibles, pero, según el fabricante, no es recomendable compartirlo entre varios, por razones de higiene.

Granada es la ciudad donde más se venden, con más de 100 unidades al año.

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Jorge Sánchez. Estudiante de Relaciones Laborales. «Yo sí he oído hablar de gente que usaba los pinganillos para los exámenes, pero en el instituto, no en la universidad. De todas maneras, nunca he visto uno de cerca».

María Salinas. Estudiante de Relaciones Laborales. «Sé de gente que los usaba para los exámenes, pero no conozco a nadie. Si me lo ofrecieran, no me atrevería a usarlo, porque incluso cuando me hago chuletas me da miedo y luego no las uso».

Antonio Ruiz. Estudiante de Derecho. «Yo tengo una amiga que ha usado pinganillos; dice que en la Politécnica de Cartagena los usaba mucha gente, porque alguien los alquilaba; aunque aquí en Murcia no conozco a nadie».

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