Él, su mujer, su madre y sus dos hijos se vieron obligados a emigrar por la situación económica de Uruguay: «Quedarse allí era negarles el futuro a los niños», lamenta. La familia lo vendió todo y partió rumbo a Valencia «con cuatro maletas y pensando que era fácil conseguir los papeles». Llegaron con visados de turista y cuando se agotaron, «el sueño se desmoronó».
«Pasamos un tiempo fuera de la ley porque carecíamos de permiso de residencia, y sin éste no había trabajo, y sin trabajo no había residencia», dice Osvaldo. En la clandestinidad, fue vital el apoyo de unos familiares: «Nos ayudaron en la vivienda y el trabajo y les estamos muy agradecidos».
No ha vuelto a Uruguay
Los Galeandro consiguieron los papeles en el 91 y ahora casi que les sobran: tienen pasaporte español y uruguayo, aunque este último casi no lo usan.
El cabeza de familia, por ejemplo, no ha vuelto a su país, que recuerda envejecido demográfica y urbanísticamente: «Los jóvenes que pueden emigran, y allí no es como aquí, los edificios se quedan viejos por falta de dinero para arreglarlos».
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