No había mejor escenario que El Cairo donde, en abril, varios países enarbolaron una bandera común: "Devuélvannos el pasado". Egipto encabezaba una demanda a la que se sumaban México, Grecia y Chipre. Todos protestaban por lo mismo: muchos de sus tesoros siguen en museos extranjeros.
Una lucha que esta semana ha vivido otro capítulo al anunciar el presidente peruano, Alan García, la devolución por parte de la Universidad de Yale (EEUU) de 50.000 objetos y fragmentos arqueológicos de la ciudadela de Machu Picchu. Desde 1912, un año después de ser redescubierta por Hiram Bingham, huesos, cerámicas y restos textiles incas yacen en EE UU.
Una cuestión de cordura
Según parece, las piezas volverán a Perú en 2011. La cordialidad, que evita problemas, se impuso: García dio las gracias a Yale "por conservar unas piezas que podrían haberse desperdigado o perdido", y la Universidad aseguró que guardaba los restos por "el deber de facilitar el estudio y comprensión de las culturas del mundo".
¿Deben entonces el Museo Británico y el Louvre devolver sus vastísimas colecciones históricas? Jaime del Arenal, director del Instituto de México en España, cree que no. "Entiendo", dice Del Arenal, "que los griegos quieran recuperar los frisos del Partenón, pero no creo que quieran dejar vacío el British Museum. Lo más representativo debe regresar, pero el resto puede permanecer en depósito".
En México, la legislación es clara: cualquier pieza sacada del país sin permiso después de 1824, cuando se proclamó la primera Constitución, debe regresar. "Lo que salió antes", explica Del Arenal, "no nos pertenece legalmente. El Penacho de Moctezuma (un tocado que tras pasar por manos españolas ahora es expuesto en Viena), por ejemplo, fue un regalo a Hernán Cortés que éste entregó al Rey de España. Se ha reclamado por motivos ideológicos, pero jurídicamente está claro: no debe reivindicarse. No pasa lo mismo con tesoros posteriormente expoliados por traficantes".
Lo encuentro, lo dejo
Precisamente, parte de ese tesoro se expone ahora, por supuesto con carácter transitorio, en Madrid. Nuria Castellano, asesora científica de dicha exposición, tiene clara la complejidad del asunto: "Lo ético sería que se devolvieran las piezas estrella, pero...".
Hace cien años, cualquiera que excavara en Egipto tenía derecho a quedarse con parte de lo encontrado. "Ahora, dice Castellano, es distinto: tenemos permiso para excavar, pero todo se queda en Egipto. Es lógico, pero no sé si puede aplicarse con carácter retroactivo. Cuando el Museo Británico o el Louvre adquirieron esos tesoros, todo era legal. Y desmantelar ahora museos con tanta tradición sería prácticamente inviable".
Las posiciones son, entonces, extremas. Abundan los partidarios de devolver todo a su origen. Pero hay argumentos en contra: ¿no se ha conservado mejor el patrimonio al haber aterrizado en un museo importante? ¿No obtiene mayor difusión expuesto en una enorme ciudad? ¿No son ya parte de la cultura local esas posesiones? Respuestas complicadas. Lógico: las preguntas son tan viejas como la propia historia del Mundo.
España: ¿Expolió o fue expoliada?
Sí: arrasamos América para llenarnos de oro, pero arte y ruinas no corrieron igual suerte. Eso dice Jaime del Arenal: "Hay que distinguir entre potencia expoliadora, como Inglaterra o la Francia napoleónica, y España. Nunca operaron así: los museos españoles rebosarían de piezas precolombinas". En cambio, la ausencia de leyes de protección patrimonial posibilitó que muchos tesoros españoles se fueran al extranjero, o que abundantes piezas de determinada región se exhiban ahora en otra.
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