Que la clase política tiende al clasicismo a la hora de vestir, peinarse y moverse es un hecho. "No arriesgan", lamenta contundente el estilista Carles López, ganador del premio Fígaro de peluquería. Lo afirma mientras atiende a su clientela en el centro de belleza Pelsynera, en Arenys de Mar (Barcelona). Si por sus manos (y por sus tijeras) pasaran los candidatos de las seis principales fuerzas políticas catalanas, otro gallo cantaría.

Por lo pronto, les daría "un punto de personalidad, más vidilla". Según el experto, uno de los mejores peinados es Albert Rivera (Ciutadans). "La medida está muy bien. Denota que es joven y dinámico", dice. Pero, como todo, puede mejorar. "Le marcaría más formas, en los laterales, para darle más fuerza", explica.

Tampoco va mal peinado Joan Puigcercós (ERC): "Tiene un buen pelo y se le podría sacar más partido". Para ello, López le alargaría el flequillo, que peinaría hacia delante. Otro que podría sacar un mejor provecho de su cabellera es Artur Mas (CiU). "Va con el mismo peinado desde hace años", se queja. El presidenciable convergente ganaría si "arriesgara dentro de la seriedad", y le haría "un corte descontrolado pero dentro de un control". El acabado sería en mate: "Menos laca y más cera".

Dos casos completamente diferentes son los de José Montilla (PSC) y Joan Herrera (ICV). Ambos comparten "escasez" de materia prima. Con ellos, "no hay muchas opciones", cuenta López. Igualmente, al primero "le afeitaría la cabeza para darle una imagen más actual". De paso, le cambiaría las gafas. Para disimular las entradas de Herrera, el estilista le haría el pelo "más corto por los lados y por detrás". Así lograría transmitir la sensación de que hay más pelo.

Finalmente, turno para el look de Alícia Sánchez-Camacho (PP). A López no le disgusta ni el largo del pelo ni el flequillo que luce con más intensidad últimamente. De todas formas, le aclararía aún más el color del pelo. A ella se lo teñiría de "rubio oscuro o chocolate claro". El objetivo, "dulcificar los rasgos".