Según explica Iñaki, profesor de química del centro universitario: «El objetivo es que los chavales comprueben que la química de la pizarra tiene aplicación directa en el laboratorio y que tengan un primer contacto con el ambiente universitario».
Estas prácticas pueden, incluso, despertar vocaciones dormidas. Es el caso de varios estudiantes del instituto Eduardo Merello que las hicieron el año pasado y que, apunta la profesora Ángela Rius, «este año están estudiando química o ingeniería química».
Los estudiantes realizan tres prácticas. En una de ellas, explica Iñaki, «trabajan con nitrógeno líquido (a 200 grados bajo cero), meten una flor y sale congelada». Luego, añade, «les explicamos que esta práctica se usa en la industria alimentaria». En definitiva, lo experimentan todo de primera mano.
Romina de la Quintana. 18 años. «Es una experiencia buenísima, aunque no entra en mis planes estudiar química. Hemos hecho una práctica (obtener fibra de nylon) que no podemos hacer en el instituto porque es muy cara».
Javier Rodríguez. 17 años. «En el instituto, algunas veces vamos al laboratorio, pero las prácticas las hace el profesor. Aquí las estamos haciendo nosotros. No creo que haga química. Ahora me estoy planteando ir a la academia militar de la Guardia Civil».
Julia Benet. 17 años. «Hemos visto cosas curiosas que en el laboratorio del instituto no se ven. Estas prácticas han hecho cambiar mi opinión sobre la química y, además, la nota de corte no es tan alta. Aunque yo pensaba hacer medicina».
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