Creo que la corrupción es insondable y, sin duda, consustancial al funcionamiento social. Verdadero espectáculo de distracción... Este caso no ha despertado demasiada amargura ni indignación social y tampoco ha levantado el clamor que cabría esperar de una opinión pública democrática. Y eso que se trata de un auténtico abuso de los bienes sociales.
Quizá es que nadie cree en la democracia porque sabe oscuramente que cualquier sistema funciona siempre en la negación de sus principios y esta «sabiduría» alimenta un consenso vergonzoso sobre la regla del juego oculta, a saber: que la corrupción en democracia no es sino la reconversión de los antiguos privilegios, o sea, la regla de las sociedades anteriores, en algo tan ilegal, y a la vez tan atractivo, como el tabaco.
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