Alejandro González Iñárritu: «La Barcelona multicultural es humana, tiene textura»

La Barcelona del ‘melting pot’ de chinos, árabes, pakistaníes y subsaharianos es la elegida por Alejandro González Iñárritu para su última película, ‘Biutiful’. El director mexicano prefiere esta ciudad vibrante a la urbe ‘cool’ que otros cineastas han intentado vender. La multiculturalidad, dice, «es humana, tiene textura».
Alejandro González Iñárritu
Alejandro González Iñárritu
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Alejandro González Iñárritu

Barcelona, y en concreto el barrio del Raval y otras poblaciones periféricas, es el escenario de Biutiful, la cuarta película de Alejandro González Iñárritu (México D.F., 1963), en la que se embarca en un viaje junto a Javier Bardem, metido en el papel de Uxbal, por las miserias de esa otra Europa, víctima de los problemas derivados de las mafias y la inmigración ilegal. Calle 20 habló con el director mexicano durante el Festival de Cannes, en el que presentó la película por vez primera. En el certamen, Bardem, gracias al papel de un canalla charnego de nombre que parece azteca, se hizo con el premio al mejor intérprete masculino.

Biutiful es la primera de sus películas con un desarrollo lineal después de tres historias entrelazadas y de narración fragmentada. ¿Por qué el cambio?

Después de las estructuras desestructuradas de mis anteriores películas ya era suficiente. Desde que terminé Babel me planteé el reto de hacer una historia lineal. Es un reto muy grande, implica mucho rigor, disciplina... Una estructura lineal es como un vaso de agua cristalina, no hay dónde esconderse.

Pero alrededor de la peripecia de Uxbal hay subtramas que pueden recordar precisamente a las de Babel...

Aunque sea una historia desde un solo punto de vista, creo que hay otras historias que están situadas como satélites. Rodean a ese sistema solar que es Javier Bardem y le dan un cierto perfume babelesco, pero ahora dentro de una colonia, de un barrio que tiene esta multiculturalidad y diversidad globales. Es como un Babel hacia adentro.

¿Qué tal el rodaje con Bardem? ¿Cómo fue la relación director-actor?

Cada vez que Javier encarna a un personaje, rebasa las expectativas. Nunca quedó por debajo de lo que imaginé... Tiene una gran sutileza y su sola presencia tiene una cuestión extraña que pocos actores tienen, independientemente de su talento y oficio. Su naturaleza, que eso no se aprende, la tienes o no la tienes, ¡es tan compleja!… Su presencia física, con su fragilidad, es parte del personaje de Uxbal, es algo que él brindaba. Javier era Uxbal. Sin hacer nada respiraba uxbalidad.

Su elección de mostrar una Barcelona diferente a la de los cánones turísticos ha sido, cuanto menos, controvertida. ¿Qué le interesa de esa otra Barcelona?

Lo que filmé en Barcelona es muy Barcelona, pero la gente no está tan informada de esa otra ciudad o no la ha visto. Barcelona es una de las ciudades más hermosas del mundo pero, como todas las ciudades europeas, tiene suburbios que han sido impactados por la inmigración... Es un fenómeno que está reestructurando la sociedad y la economía. La película transcurre en Barcelona, pero podría ser Alemania, Italia o, por ejemplo, Inglaterra, donde hay ahora un millón de chinos viviendo.

¿Qué le llamó la atención de manera especial de la ciudad?

Cuando paseé por Santa Coloma, Badalona o el Raval, encontré comunidades increíblemente diversas, vibrantes, eclécticas, conformadas por africanos, árabes, rusos, chinos. Todos mantienen el espíritu de sus propias culturas y la convivencia es fascinante porque es armónica. Es un pequeño ADN, una especie de Naciones Unidas como deberían ser las Naciones Unidas. Es fascinante... Esta multiculturalidad me pareció un contexto hermosísimo para situar la historia.

Hay voces críticas que le acusan de haber distorsionado la verdadera imagen de Barcelona...

Todos los días aparecen talleres chinos con gente explotada, pateras en las Canarias, inmigrantes africanos y senegaleses en las calles españolas... No creo que esté exagerando ni diciendo nada que no suceda... Mi corazón y mi visión estética responden a ese lado de una humanidad que es humana, que tiene textura. Ahí es donde tengo la mirada. Lo que define el arte es lo que sucede entre los ojos del artista y el objeto, y eso es lo que me llama la atención. Esto es una realidad inevitable; no he querido integrar a estas comunidades para juzgarlas, criticarlas o hablar de política, sino que las quise integrar en una historia natural sobre sus vidas en Barcelona. Hay gente que habla de esa realidad como de la parte negra de Barcelona. Para mí, al contrario, es la parte luminosa, universal y cosmopolita. Es una historia muy común en la Europa de los últimos quince años...

¿Por qué ha vuelto a rodar en castellano después de 21 gramos y Babel?

Tenía un deseo enorme de volver a filmar en castellano. Era importante para mí volver a encontrarme con mi idioma, que habla desde el corazón y no la mente, como sucede cuando tienes que traducir al inglés. Y así el personaje meditó de dónde era. Al subordinar tu película a los elementos comerciales o financieros empiezas a perder la integridad... Sé los riesgos financieros y la reducción de mercado que me esperan por filmar en castellano, pero es lo que necesitaba hacer.

El año pasado se rumoreó que Biutiful iba a competir en la sección oficial de Cannes. ¿Ha esperado a esta edición para presentarla expresamente en el festival y aprovechar su repercusión?

Eso es una falacia. ¿Cómo voy a esperar todo un año para llevar la película a un festival? Esa espera tendría un coste altísimo. Acabé de filmar en febrero de 2009 y me tomaron diez meses los procesos de edición y posproducción, que fueron muy intensos. Terminé de editar la película en febrero de este año y hemos esperado solamente un par de meses para traerla a Cannes.

Amores perros ganó el premio de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes del año 2000. ¿Qué tiene este festival que tanto le atrae?

Es una plataforma ideal de presentación. Cuando tienes una película tres años en el vientre te sientes como en una camilla en el quirófano, a punto de dar a luz sin doctor y ante 2.500 personas de todo el mundo con un apetito por ver el tipo de cine que yo creo que hago... Mi cine necesita repercusión mediática para que pueda ser visto, porque al no ser una superproducción no tiene los medios para promocionarse.

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