Merce y Paco, vecinos del Puente de Toledo

  • Este matrimonio 'okupa' una gruta de menos de 10 metros cuadrados junto al río Manzanares.
  • Las obras del río amenazan su único techo.
Merce, junto a la puerta de su casa.
Merce, junto a la puerta de su casa.
JORGE PARÍS
Merce, junto a la puerta de su casa.

"Cuando no tienes nada, cualquier techo te parece un palacio. Me gustaría vivir en un chalé adosado, pero estoy aquí, este agujero es mi casa... y bien bonita que la tengo". Merce, de 44 años y "gata de toda la vida", vive con su marido Paco, de 58, en primerísima línea del río Manzanares, junto al Puente de Toledo.

Su casa es perfectamente visible desde el Puente. Su puerta se abre en uno de los muros de contención en la orilla de la glorieta de Pirámides. La ropa tendida junto al arco delata que allí dentro vive alguien. Al rato, aparece Merce barriendo su 'portal': "Somos humildes, pero limpios y dignos", dice orgullosa.

Paco llegó allí en 2007, cuando la M-30 acababa de ser soterrada. "Al salir de la cárcel necesitaba un lugar donde dormir. Esto me pareció perfecto, así que rompí la cerradura y aquí me quedé", explica. En 2009, Merce salió de prisión tras una condena de 14 años y medio ("Los motivos prefiero guardarlos en secreto"). "Conocí a Paco, me enamoré locamente y me vine a vivir con él. Es lo mejor que tengo ahora", cuenta ella.

Su casa es una bóveda de menos de 10 m2. El muro donde está excavada se levantó en los sesenta para canalizar el río. "Había riesgo de crecidas del caudal y los mosquitos freían a los vecinos", relata el historiador Luis Miguel Aparisi. El muro se agujereó para evitar que estallara por las dilataciones de la piedra. La gruta-vivienda de Merce y Paco es, precisamente, el acceso a uno de esos túneles, "gestionados por la Confederación Hidrográfica del Tajo", según Aparisi.

Este matrimonio no siempre ha vivido así. "No somos analfabetos, tuvimos educación, trabajo y familia, pero algunos errores nos han traído aquí", recuerda Merce. Ella trabajó cuidando mayores y de administrativa; él fue encofrador y carpintero. Ahora venden en El Rastro objetos que encuentran en la calle. "Incluso hemos criado unos hijos que ahora tienen su vida –Merce tiene cinco hijos y él, dos–, pero nunca los traemos aquí, no deben sufrir".

"Ni luz, ni agua, ni nevera"

Paco sabe que algún día alguien "del Ayuntamiento, del Gobierno o de donde sea" los echará de su único techo. "La Policía lo ha intentado alguna vez, pero siempre les digo que tendrán que sacarme con los pies por delante", acierta a decir Merce entre sollozos.

"Ni siquiera pido que me den un piso. Yo me conformo con malvivir aquí. No tenemos luz, ni agua, ni nevera..., pero al menos este invierno pasé la nevada calentita", añade. De momento, las máquinas que instalan los jardines del río rodean peligrosamente su casa.

Una cama, una silla y cuadros de Goya

Pese a su tamaño reducido, Merce y Paco han convertido el almacén donde viven en "un hogar digno". En las paredes cuelgan láminas de pinturas de Goya, los suelos están cubiertos de alfombras y sobre tres cajoneras descansan fotografías de familiares, "como en cualquier casa, ¿no?". Una cama y una silla completan su mobiliario.

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