El arzobispo de Valencia alerta sobre el "laicismo radical" que "expulsa a Dios" y convierte la religión en "parodia"

El arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro, advierte en su carta semanal sobre "la tendencia perniciosa de la exclusión de Dios y lo religioso del ámbito social" por parte del "laicismo radical" que pretende convertir la religión en "parodia".

Para Osoro, se trata de "la ruptura más importante" que se pretende realizar en la sociedad occidental, en un momento en el que "el ser humano tiene hambre del Dios que se nos ha revelado en Jesucristo, del Dios que cura todas las heridas que aparecen en la existencia humana y en la historia de los hombres".

Después de diferenciar el "laicismo radical" de la "concepción laica, que es fruto de la neutralidad o de la indeterminación religiosa", el prelado subraya cómo para el primero, el hecho religioso "es intrínsecamente negativo y pertenece a una fase de la humanidad superada", lo que "lleva a entender que hay que expulsar la idea de Dios y la religión del espacio público y reducirlos, en el mejor de los casos, a la intimidad". Así, la vida religiosa "sería una parodia o una pura ficción".

Según el titular de la archidiócesis de Valencia, "nos hallamos ante un problema central en nuestro tiempo que no podemos minimizar o ignorar". A este respecto, recuerda en su carta, que titula 'Apuntes para pensar en un momento histórico', que la Iglesia "nació para ser pública por su misma naturaleza" y, por lo tanto, "no puede quedar relegada a espacios privados, ni a ser una especie de club privado o sociedad secreta", dado que, en su opinión es "el nuevo Pueblo al que todos los hombres están invitados a sumarse desde la libertad de la fe".

Monseñor Carlos Osoro considera en su carta que "cuando se excluye a Dios, se produce una ruptura antropológica" en la que "se pretende modificar la naturaleza humana oficialmente y no solamente el concepto, sino el hecho material de la mano de la biología y de las leyes". Según el prelado, todo ello lleva a un "materialismo inhumano y deshumanizador, sin la luz del respeto al mismo ser humano y a la sociedad, que aportan las consideraciones morales y religiosas".

Además, relaciona esta situación con la globalización y con una "idolatría política, ya que el partido, la nación o el Estado se presentan como si fueran valores superiores a los que debe supeditarse todo, también lo religioso".

Todo ello, según resalta el arzobispo de Valencia en su carta, es una consecuencia más de la "sociedad de la desvinculación", cuya "máxima aspiración es la autodeterminación individual, entendida como satisfacción de todas las pulsiones, tendencias y deseos", a pesar de que "ello conlleva graves consecuencias como, por ejemplo, que no pueda existir vinculación alguna con ninguna creencia religiosa o filosófica ni tampoco con ninguna tradición ni historia".

Para el prelado, la sociedad de la desvinculación lleva al ser humano a "romper con todo, hasta con la familia", con lo que se le somete a una "degradación terrible", porque, según él, para existir "necesitamos identidad y ésta se forja en tradiciones, historia, derechos comunes y una moral".

En el caso de los cristianos, la realización personal "va en la misma línea en la que se nos revela en Jesucristo, donde su realización suprema estuvo en poner la vida en manos de Dios y en olvidarse de sí mismo por todos, en entregar todo, hasta su propia vida, por todos los hombres".

Por ello, el arzobispo considera "natural" que esta visión de la vida "haga chirriar a la concepción de la desvinculación de todo y se haga lo posible por desprestigiarla y combatirla no directamente, pues no se llega a este atrevimiento, pero sí de formas diversas que están a la vista".

"sujeto cristiano en el espacio público"

Ante esta situación, el arzobispo se pregunta "qué podemos hacer los cristianos" y propone como "tarea prioritaria reconstruir el sujeto cristiano en el espacio público, vivir cada día más nuestra identidad, conocer cada vez más y mejor a Jesucristo, así como también consolidar con fuerza nuestra pertenencia a la Iglesia" con el fin de "construir la unidad de acción pública de los católicos en todo lo que concierne a la fe".

Insiste el prelado en que "hemos de estar donde tiene que estar la Iglesia y los cristianos: en el espacio público, para trasmitir desde la libertad y transparencia nuestro saber y sentir de la persona y ofreciendo la posibilidad de conocer al Señor con todas las consecuencias".

Al término de su carta, el arzobispo de Valencia recuerda que "Dios es parte de la ciudad de los hombres, de sus calles, plazas, fábricas, lugares de debate público, no sólo pertenece a la intimidad del hogar o de una persona" porque "hace 21 siglos vino Dios a esta tierra, y vino a estar con los hombres".

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