Así se lo hizo saber hoy la consejera de Cultura, Turismo y Artesanía, Soledad Herrero al alcalde de la localidad, Antonio Serrano, quien le ha transmitido la "satisfacción del Gobierno del presidente Barreda al poder colaborar en el apoyo a una tradición tan valiosa, representativa del rico legado cultural de nuestra tierra, y de la que nos sentimos orgullosos".

"Los pilares fundamentales sobre los que se ha apoyado el expediente para lograr esta distinción son la antigüedad, continuidad en el tiempo, arraigo entre los vecinos y originalidad de esta celebración", tal y como ha señalado la consejera. En este sentido, Herrero le ha transmitido la felicitación del Gobierno de Castilla-La Mancha a todos los vecinos y vecinas de Peñas de San Pedro y a los participantes en esta celebración, "que desde antaño se ha significado con tanto fervor, devoción y sentimiento".

Desde el año 1677 existen noticias documentales de esta romería, que se celebra dos veces al año. La primera de ellas es la que tendrá lugar el próximo 23 de mayo, coincidiendo con el primer lunes de Pentecostés. En esta fecha se traslada al Cristo desde el Santuario del Sahúco hasta la Iglesia de Nuestra Señora de la Esperanza de Peñas de San Pedro, situada a 15 kilómetros de distancia. El día 28 de agosto se hace el recorrido en sentido inverso.

Alrededor de un centenar de jóvenes, los denominados andarines y andarinas, toman parte en una de las últimas carreras sagradas que quedan en el mundo. Durante una hora y media, aproximadamente, los participantes van portando por turnos la imagen del Cristo metida dentro de un arcón de madera en forma de cruz, con un peso de 150 kilos, informó la Junta en nota de prensa.

Aunque no se conoce con seguridad el origen de esta tradición, dicen que cuando Pozuelo se separó de las Peñas, los mozos de este último término se llevaron a la carrera la imagen del Cristo para evitar que los de Pozuelo se la quedasen. Según la tradición, los jóvenes van de blanco porque cuando se llevaron la imagen la primera vez, lo hicieron con tantas prisas que iban casi en ropa interior. Van de blanco, como sus abuelos y se ciñen la cintura con gruesas fajas de color rojo. Por encima, para que las espaldas aguanten, se ponen anchos y recios cintos de cuero.

Al llegar al destino, unas tres mil personas reciben a los corredores entre aplausos y fuegos artificiales, esperando tocar la imagen del Cristo del Sahúco al abrir el cofre.