Han sobrevivido a guerras, aguantaron la presión de los grandes centros comerciales, y la crisis actual no es nada comparado con la miseria que han soportado. Pero ahí siguen, vendiendo sus productos más de un siglo después de su fundación. Son los comercios centenarios de Madrid, recopilados recientemente en el libro 'Generaciones de comerciantes', editado por la Cámara de Comercio madrileña.

Algunos tienen más de dos siglos. Es el caso del Museo del Pan Gallego, la panadería más antigua de la capital, en la calle de las Fuentes desde 1735. También es antigua la Tienda del Botijo, un bazar de 1754 enla calle Toledo, llamado así porque quienes llegaban a Madrid paraban allí para beber agua de un botijo. Muchos comercios centenarios siguen regentados por los descendientes de sus fundadores.

La famosa Casa de Diego, que vende paraguas y abanicos en Sol, ha pasado por cuatro generaciones desde que la fundó don Manuel en 1858. Hasta Lady Di y la Princesa Letizia han lucido abanicos salidos de su taller.

Otros se han convertido ya en un emblema de Madrid. La Mallorquina (1894) es, sin duda, la repostería más conocida de la ciudad, gracias a su emplazamiento en una esquina de Sol. Tampoco pasa desapercibido el Lhardy (1839), en la Carrera de San Jerónimo, lugar de reunión política desde que Isabel II lo convirtió en su restaurante favorito.

Ni siquiera el cambio de las modas ha podido con algunas tiendas. Los sombreros ya no son parte del vestuario de los madrileños, pero en Casa Yustas (en la Plaza Mayor) se siguen vendiendo desde finales del XIX. Igual ocurre con las capas de Casa Seseña, una tienda en boga pese a que esta prenda tan castiza ya ha desaparecido del armario.