Eugenia Martínez de Irujo: una chica 'VIP' con un cierto toque bohemio

  • Tiene un amplio historial amoroso y título de Grande de España.
  • A los 41 años, huye de novios, trabaja por distracción, tiene una hija y, aunque menuda, es una de las mujeres más estilosas de las fiestas.
Eugenia Martínez de Irujo, una duquesa bohemia-chic.
Eugenia Martínez de Irujo, una duquesa bohemia-chic.
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Eugenia Martínez de Irujo, una duquesa bohemia-chic.

A Eugenia Martínez de Irujo le gusta rodearse de cosas bonitas. Ella no lo ha dicho así, pero se le nota.

La menor de los hijos de la duquesa de Alba se acaba de cortar el pelo a lo Meg Ryan, que es un peinado que causó furor en los noventa y que hoy en día sigue siendo divertido y tiene sus seguidores. Antes llevaba una melena dorada que se ondulaba en verano y que quizá algunos preferían, pero su nuevo corte, lo dicen hasta los expertos, es estiloso.

<p>Eugenia Martínez de Irujo</p>Eugenia viste unos vaqueros que se ajustan de forma envidiable a sus caderas y dejan al descubierto una parte del vientre plano y el ombligo. En ocasiones lleva flamantes cazadoras de cuero que parecen de firma, por mucho que ella diga que ama los outlets y los mercadillos. Los combina con foulares violetas.

En su última aparición en una prestigiosa revista del corazón, la hija de Cayetana de Alba, que en noviembre cumplió 41 años, lució vestidos de fiesta con escotes coquetos, y parecía una muñeca. También llevaba las pulseras que había diseñado para la firma Tous mezcladas con una docena de cordones hippies y multicolores. Al ver aquello, uno podría preguntarse qué pensaron sus jefes tras contemplar sus joyas silenciadas por una maraña de hilos ibicencos. Pero quizá a ellos les pareció bien, porque estos reportajes están muy estudiados y nunca está de más dar a la elegancia un toque de bohemia y la duquesa de Montoro tiene esa virtud. Además tiene dos tatuajes, aunque muy discretamente situados en uno de sus empeines y en el cuello.

Menuda y perfeccionada

A lo largo de los años, la ex mujer de Fran Rivera ha sabido moldear su físico con acierto: aquí, una rinoplastia para suavizar una nariz prominente; allá, un régimen estricto para evitar que los pantalones de veinteañera se le quedaran estrechos; por el camino, largas sesiones de gimnasio –dicen que reforzadas por algún retoque plástico- para destacar los músculos abdominales y obtener unas nalgas contenidas y primorosas, una obra que fue exhibida en 2007 sobre la cubierta de un yate anclado en aguas pitiusas, bien enmarcada por un tanga oscuro. Muchos aún lo recuerdan.

<p>Eugenia Martínez de Irujo</p>En la memoria colectiva también quedó prendido aquel deslumbrante traje nupcial de Ungaro con el que, junto con la mantilla y la corona que un día Napoleón III regaló a Eugenia de Montijo, la novia se convirtió a finales del siglo XX en una dulce princesa medieval. Y el buen gusto que guió la elección del contrayente, Fran Rivera, un hermoso ejemplar moreno, matador de mirada parda que luego demostraría cierta contumacia para la doma.

Pasión por los hombres bien hechos

Más tarde, tras el divorcio, llegó Rosauro Varo, rubio e invariablemente envuelto en polos Lacoste. Y, después, Gonzalo Miró, que desencadenó opiniones encontradas porque, entre otras cosas, el hijo de Pilar Miró no pertenecía al círculo de la duquesita ni había obtenido el beneplácito de doña Cayetana. Tampoco había desarrollado aún el tono muscular que luego mostró en la portada de la revista Shangay, ni la camisa abierta ni el pecho oleaginoso. Esto acabó con toda discusión.

Ahora Eugenia Martínez de Irujo está soltera. Siempre ha sido "muy de amigos" y con estos, el cariño de su hija y sus tareas de diseñadora, dice que se siente mejor que nunca. La Grande de España saborea por primera vez la independencia, los viajes, decidir las fiestas a las que acude y el hacer lo que le da la gana. Antes creía que tenía que estar en pareja, pero ya no. A veces ruega que este momento dure mucho tiempo.

Una niñez entre ' nanis'

Aunque Eugenia admite que siempre ha estado muy unida a su madre, cuenta que fue Margarita, su niñera, quien realmente la crió. "Estuvo a mi lado. Me dio todo su cariño, le debo muchas cosas". Su padre, Pedro Luis Martínez de Irujo, murió cuando ella tenía 4 años. Doña Cayetana viajaba mucho y poco después se casó con Jesús Aguirre, a quien Eugenia nunca vio como un padre. Ese papel lo adoptó su hermano Cayetano, que le echaba broncas severas cada vez que llegaba tarde. También era con él con quien jugaba porque el resto de sus hermanos "eran casi unos extraños por la diferencia de edad", ha explicado en una entrevista reciente. Luego los ha ido conociendo a medida que ha pasado el tiempo. Ahora, cuando se reúne toda la familia, asegura que congenian y se ríen mucho"..

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