La plaza del Palacio, uno de los lugares más elegantes y hermosos de San Petersburgo, es el escenario perfecto para una majestuosa novela. Y, en efecto, algo de eso tiene: a pocas manzanas de ella, centenarias columnas y espléndidas vidrieras, luce discreta la que fuera casa de los Nabokov.
El padre, Vladimir Dmitrievich, es un importante periodista ruso, que hará carrera política durante los últimos años del Imperio, y morirá asesinado en Berlín a manos de presuntos extremistas en 1922. Su esposa, la bella y aristocrática Elena, le dará cinco hijos. El más pequeño de todos, Vladimir, nacerá en la tercera planta de la mansión el 22 de abril de 1899, hace hoy 111 años, y morirá en Suiza 78 años después, tras una convulsa vida y una obra tan majestuosa que le hará ser considerado uno de los grandes escritores del siglo xx.
Forastero eterno
Entre ambas fechas, Nabokov probará los más dulces y amargos cálices de la existencia. Durante su niñez, entre niñeras y lujos, aprenderá inglés, ruso y francés. En 1917, con toda la familia, huirá a Berlín escapando de la Revolución comunista. Estudiará en Inglaterra, vivirá en Francia y de nuevo correrá: esta vez a EE UU, en 1939, sorteando la II Guerra Mundial. Y con razón: su hermano Serguei, por ejemplo, morirá en un campo de concentración alemán.
Cuando Nabokov llega a EE UU, pues, ya ha vivido mucho, y casi desde la cuna ha demostrado un talento excepcional. En 1916, con 17 años, publica sus primeros poemas. Poco después empieza a plantear y resolver engorrosos acertijos ajedrecísticos. Y, desde luego, empieza a interesarse por la lepidopterología: como hará durante toda su vida, cazará mariposas en el sol del verano y se refugiará del frío del invierno para ordenar y clasificar a sus presas.
De miserable a genial
"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Mi pecado, mi alma. Lo-li-ta...". Lepidóptero. Poeta. Profesor. Traductor. Pero, sobre todo, novelista. Y, sobre todas sus novelas, Lolita. La historia de una obsesión; la de un profesor, Humbert Humbert, enamorado de una nínfula perversa de 12 años. Ahora, una de las grandes novelas del pasado siglo (aunque 'Ada o el ardor' o 'Pálido fuego' quizá hasta la superen). En su momento, un verdadero escándalo.
"Una obra profundamente miserable", le dijeron en New Yorker cuando pasó el borrador. "Quien la publique debe ser encarcelado", le contestaron en la editorial Viking. No. No. No. Tantos noes, que Nabokov se planteó firmarla con seudónimo: Vivian Dark Bloom, anagrama de su nombre, otra muestra de su pasión por los dobles (como el de' Desesperación'), los espejos (como el de 'La dádiva'), las máscaras, las apariencias.
Pero 'Lolita' se terminó publicando en 1955, en los talleres de la parisina editorial Olympia (donde también encontraron refugio obras proscritas de otros como Henry Miller o Jean Genet). No llegó a EE UU hasta dos años y medio después, y la mecha prendió. La voz de Humbert combinaba amor y sadismo, lirismo y urgencia, arrepentimiento y autojustificación. Su protagonista era monstruoso, pero también humano y, por lo tanto, querible. De Lolita no hace falta decir mucho. Su solo nombre es sinónimo de muchas cosas, de muchas niñas que, a la vuelta de la esquina, pueden enloquecer a cualquiera...
El genio en su pedestal
Nabokov tardó unos seis años en escribir Lolita: como con el resto de sus novelas, lo hizo a partir de fichas de oficinista, en las que remezclaba personajes, cruzaba tramas y bosquejaba ambientes. Siempre viajaba en el asiento del copiloto (conducía su fiel esposa, Vera), nunca se separaba de su tablero magnético de ajedrez y apenas concedía entrevistas: cuando se prestaba, además, exigía que se le adelantasen las preguntas para tener las respuestas previstas.
Cuando se hizo millonario con 'Lolita', Nabokov regresó a Europa. Alquiló junto a Vera la habitación de un lujoso hotel en Montreaux y, escribiendo, viajando y contemplando las aguas del lago Leman, se dedicó a envejecer y repasar su vida en 'Habla, memoria'. Murió con varios libros entre manos: un ejemplar del 'Infierno' de Dante, una enciclopedia de entomología y las fichas manuscritas de su inacabada 'El original de Laura'.
Póstumo, a su pesar
Cuando murió a los 78 años, por problemas pulmonares, Nabokov dejó inconclusa 'El original de Laura', de la que llegó a escribir –a lápiz– 138 fichas. Exigió a su mujer, antes de fallecer, que las eliminase, pero Vera no lo hizo (algo parecido a lo que había ocurrido 25 años antes con manuscritos de Lolita), sino que las depositó en un banco. De ahí las rescató su hijo Dmitri, que hace dos años vendió los derechos a una editorial británica que las publicó en inglés. Las críticas no fueron del todo favorables.
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