"Próxima parada… Rubén Darío". Las dos estaciones siguientes pasarán al compás de 'Part-Time Lover', de Stevie Wonder. Es una adaptación para violín. Intérprete: anónimo (o así lo prefiere este hombre de expresión amable que canturrea la letra con acento del Este). La canción acaba en Chueca y el solista pide unas monedas. "Para la música", argumenta. Se trata de una propina, "nadie que toca así pide limosna". Algunos pasajeros fingen interesarse en el periódico, otros se refugian en su iPod, pero hay quien por fin se desprende de la calderilla. En Gran Vía, el músico da las gracias y sale corriendo. Debe llegar al siguiente vagón antes de que el tren vuelva a ponerse en marcha.

Es el día a día en el suburbano de Madrid. La afluencia de músicos es tal que, cada cuatro estaciones es factible compartir escenario con algún miembro de esta particular orquesta multirracial (el 43% de los parados de Madrid son extranjeros). Se trata de música en vivo por la que los madrileños llegan a pagar unos 80 euros. Es lo que estos músicos pueden recaudar en diez horas.

Quizás sea sólo cuestión de necesidad, o quizás es que el vaivén del tren suena mejor cuando se le suman algunos acordes. Aunque es la carencia de trabajo la que ha agudizado esta situación, lo cierto es que la cargada atmósfera del metro ha sido siempre fuente de inspiración. Y artistas como Diego El Cigala o Rosario Flores han paseado su arte por las estaciones más emblemáticas.

Prohibido tocar en los trenes

Metro de Madrid no suele imponer multas a los músicos que tocan en sus instalaciones, aunque la normativa prohíbe invadir los vagones y las zonas de paso. Al contrario que en otras ciudades como Barcelona, en la capital no está regulada la actividad de estos cantautores.