La Berlinale se acerca a su fin (quedan cuatro películas por proyectarse, entre ellas la última de Winterbottom), con un puñado de buenas películas pero con nada que se acerque a lo magistral. Si Martin Scorsese y su Shutter Island hubiesen estado en la Sección Oficial, pero dentro de concurso, quizá su delirante viaje a la paranoia estadounidense de los cincuenta sería ahora la clara favorita de los críticos.

Entre lo conocido y lo exótico

Pero no fue así, y los presentes dudan sobre qué película puede llevarse el Oso de Oro en esta 60ª edición. Los más clásicos abogan por Polanski y su thriller The Ghost Writer, los que prefieren sabores más exóticos se quedan con Honey, del turco Semih Kaplanoglu, y este jueves pudo verse en la Berlinale una película argentina, muy pequeña, que aunque con pocas posibilidades no desluce desde luego en calidad a ninguna de las anteriores.

Se trata de Rompecabezas, la primera película de la directora Natalia Smirnoff. Es una cinta íntima, de pocos personajes, escasas pretensiones, palabras justas pero mucho contenido. Su protagonista, María Onetto, borda el personaje de María, un ama de casa apacible que por su cumpleaños recibe un inocente rompecabezas. El inofensivo juego será la rampa de lanzamiento de una nueva María, cuya paulatina explosión de confianza en sí misma pondrá en serio peligro todo lo que hasta ahora ha logrado.

Medias verdades y mentiras piadosas

La modestia de la propuesta no esconde un profundo conocimiento no sólo de una determinada tipología femenina, sino también del complicado tejido de verdades, mentiras y secretos que se tiende entre toda pareja. María Onetto se confunde hasta tal punto con su personaje que, sin duda, es desde hoy clara candidata al Oso de Plata a la mejor actriz. Respecto a Smirnoff, decir que a sus 37 años demuestra tener la suficiente madurez y conocimiento del oficio como para haber rodado uno de los mejores largometrajes vistos en esta edición en la sección oficial.

No puede decirse lo mismo de las otras dos películas del día. La primera, On The Path de la bosnia Jasmila Zbanic, no lograba espantar el sueño que impera en las sesiones de la primera hora. En cuanto a Jud Süss, película alemana de Oskar Roehler, decir que al menos no era dormible. Los silbidos y abucheos de sus compatriotas del público impedían cualquier forma de reposo digna. Qué desconsideración.