Uno de cada cuatro agricultores madrileños tiene que dejar el campo por la crisis

  • En 2009 se dedicaban a la agricultura 13.525 personas, un 24,3% menos que el año anterior, con 17.875.
  • Se jubilan, pasan al paro o cambian de trabajo.
Jorge García tuvo que abandonar el campo y buscar otra ocupación por la crisis.
Jorge García tuvo que abandonar el campo y buscar otra ocupación por la crisis.
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Jorge García tuvo que abandonar el campo y buscar otra ocupación por la crisis.

Tierra yerma, pasto de la especulación inmobiliaria y vacía de huertos. El campo madrileño se queda desierto por culpa de la crisis. De hecho, uno de cada cuatro agricultores tuvo que dejar sus tierras este último año debido a los apuros económicos. Si en 2008 había, según datos del INE, una media de 17.875 madrileños empleados y 1.000 parados en el sector primario, en 2009 pasaron a ser 13.525 trabajadores (un 24,3% menos) y 1.625 desempleados.

Según la UPA (Unión de Pequeños Agricultores), la causa de este declive se debe al encarecimiento de los costes de producción (sobre todo, gasóleo y fertilizantes) provocado por la fuerte recesión. "Hasta el primer trimestre de 2008, cuando comenzó la crisis, los precios no subían, y se daba el fenómeno contrario: la gente abandonaba la ciudad para irse al campo a trabajar. Era como un refugio, una nueva posibilidad. Pero ya no. 2009 ha sido terrible para la agricultura", explica David Érice, técnico de la UPA.

Un sector abandonado

Los agricultores afectados por esta crisis suelen optar por tres opciones: jubilarse, vender su tierra y cambiar de actividad o apuntarse directamente al paro. La debacle es generalizada en toda España, pero en Madrid la situación es aún más dramática por tratarse de un sector casi abandonado (sólo supone el 0,2% del PIB).

Es más, pese a que la comunidad cuenta con multitud de productos agrícolas de gran calidad (las aceitunas de Campo Real, los melones de Villaconejos, las fresas y espárragos de Aranjuez, los vinos de Madrid...), cada vez quedan menos tierras para dedicarlas a tareas rurales: "La gente de campo está muy presionada por todos lados porque las Administraciones y las empresas prefieren usar el suelo para la vivienda o para otras infraestructuras. Hoy por hoy, el campo es una ruina, y lo saben", asegura Érice.

De todos los sectores, los más castigados han sido la ganadería intensiva, las frutas de temporada y, sobre todo, el cultivo de cereales. "El secano ha sido el que más ha notado la bajada de precios. Se están vendiendo cereales a 21 pesetas el kilo, como en los años ochenta. Así es imposible mantener un negocio, sea agrícola o de cualquier otro sector", explica Juan José López, letrado de la Cámara Agraria de Madrid.

"La solución es muy, muy complicada. Pero, en todo caso, debería pasar, necesariamente, por una profesionalización del campo. Hay mucha temporalidad en este sector, mucho trabajador de fin de semana o eventual. El Estado debería ayudar sólo al agricultor profesional, al que dedica toda su vida a sus tierras", apostilla.

Todo augura que 2010 será un año aún más duro ya que al mal tiempo imperante y a los bruscos cambios de temperatura se ha unido la plaga de jabalíes que invaden y se comen las cosechas de los granjeros.

Fondo de ayudas al medio rural

Los fondos de ayudas para el desarrollo del medio rural van destinadas, sobre todo, a los jóvenes. La cuantía de las subvenciones puede alcanzar los 40.000 euros para la primera explotación de un agricultor madrileño.

De hecho, la Comunidad acordó el año pasado destinar 3.440.000 euros para incentivar la competitividad del sector agrario madrileño e incrementar el valor añadido de los productos, una línea de ayudas que ha sido financiada a través del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (Feader). Además, el Imidra (Instituto Madrileño para el Desarrollo Rural) imparte cursos de formación para agricultores.

Jorge García, ex agricultor y ahora transportista. 40 años: "Me falta la libertad del aire libre"

"Esta tierra lleva siendo de mi familia desde antes de la generación de mis abuelos. Pero el año pasado fue mi última campaña y ahora soy transportista", explica amargamente Jorge García, vecino de Santorcaz, un pequeño pueblecito del este de Madrid en el que llevaba una plantación en la que se cultivaba cebada, trigo y avena y se plantaban olivos.

"Llevaba pasando una mala racha y al final lo tuve que dejar, entre lo poco que me pagaban los intermediarios y lo mucho que empezó a subir el gasóleo y los fertilizantes no había quien aguantara con el negocio. ¡Si en la época de mis padres se pagaba mejor el cereal, y con menos gasto!", asegura. "Ahora me falta la libertad del aire libre, de trabajar para mí mismo, aunque sea más, pero para mí mismo. Sin embargo, no me quejo, el trabajo de transportista está bien. Además, he podido adaptarme gracias a mi edad. Conozco a agricultores de 60 años que siguen manteniendo la tierra con pérdidas porque, si la dejan, no tendrían adónde ir. Han vivido toda su vida por y para el campo y no saben hacer otra cosa".

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