Especie en vías de extinción

Tengo la posibilidad de decir no… de saber quien soy… Deben protegerme contra las brutalidades mentales y físicas…
Tengo derecho a cantar, bailar, jugar y desarrollar mis talentos para conseguir el máximo de felicidad…» Dice la Declaración de los Derechos del Niño mientras la realidad dice otra cosa, las noticias dicen otra cosa: en León, la directora de una guardería obliga a los pequeños a pisar las manos de otro.
 
En Bagdad, las tropas de los EE UU matan a dos porque su vehículo se aproximó demasiado a un convoy. En Tenerife, 24 trabajadores de dos centros de menores son procesados por constantes malos tratos. ¡Oh, sí!, una realidad tozuda que demuestra que nuestra sociedad ha convertido al niño, esa especie en vías de extinción, en objeto de curiosidad, perversión sexual o experimentación pedagógica.
 
Mas, ¡cuidado!, los niños, como los muertos, las mujeres o las masas, como todas las categorías expulsadas de la razón dominante, conservan siempre los medios para vengarse y pronto plantearán, plantean ya, a los dueños de la realidad, un problema insoluble.
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