Situado en el Port Vell, una de las mejores zonas de Barcelona y con un coste medio de entre 300 y 400 euros al mes, su viejo Paul Star le ofrece el modo de vida que siempre había buscado. «Me gusta vivir en un barco porque conecta con mi idea sobre la vida. Para mí es como un viaje continuo», asegura.

Una vida sencilla

Aunque su familia nunca estuvo vinculada al mar, Wendy se sintió desde pequeña atraída por las costas atlánticas de su Inglaterra natal. Hace diez años, por fin, se decidió y cambió su casa por el barco. «Dejé mi trabajo, vendí mi casa y mi coche, todo lo que no cabía en el Paul Star. De repente mi vida se hizo mucho más sencilla», dice esta enamorada del mar. Desde que recaló en Port Vell no ha vuelto a levar anclas y se ha convertido en una más entre las 150 personas que viven en este vecindario tan particular.

En los 18 metros de eslora de este barco construido hace más de 60 años también ha encontrado una actividad que compagina con sus clases de inglés. «Alquilo una habitación a gente que quiere disfrutar también de esta experiencia». Y es que ella la define como toda una vivencia, donde «el sonido de los barcos, el olor a mar y el canto de las gaviotas» compensan la nostalgia que a veces le provoca su huerto en la campiña inglesa, lo único que añora de la tierra firme.

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