Impromadrid: «Tanto el arte como el teatro juegan al mismo juego»

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Silvia Varela
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EL PULPO: Los tres directores de la compañía teatral Impromadrid, que representa en el Alfil (Madrid) su espectáculo La familia García de la Impro.

EL GARAJE: La exposición de Cristina Busto La familia olímpica. Última generación, en la galería de arte Mad is Mad (Pelayo, 48. Madrid).

Hemos retado a los chicos de la compañía de improvisación Impromadrid  a un juego de espejos. Estamos en una galería de arte contemporáneo del barrio de Chueca que acoge su primera exposición individual, dedicada a Cristina Busto, y la cosa también va de vínculos de sangre.

Así que nos dejamos llevar por el calor del minihogar de La familia olímpica. En la sala principal de la galería no hay cuadros abstractos ni fotografía social, sino una casa de muñecas un tanto inquietante; como 13 Rue del Percebe, pero con personajes de aspecto timburtoniano. La familia de cómicos tiene que enfrentarse a la familia de trapo en un pulso que nadie puede ganar. Ambos están al otro lado del espejo. «Se trate de arte o de teatro, es el mismo juego. En el fondo, lo que hace Cristina Busto en estas obras se parece mucho a lo nuestro. El punto de partida es igual, se trata de reflejar una realidad que más o menos todos hemos vivido, los vínculos familiares y todo lo que acarrean», comenta Ignacio López (en el centro de la foto).

De los tres, él es quien maneja el cotarro en escena. Mientras que sus dos compañeros encarnan a padre (Ignacio Soriano, derecha) e hijo (Jorge Rueda, izquierda) en la familia García, él decide en directo hacia dónde se pierde la acción, «es como ver varios capítulos de una telecomedia improvisada». Juguemos en serio: cada uno debe escoger un personaje de Busto y contarme su historia. Jorge Rueda: «Me pido Miedo, por el desorden de su habitación y porque vive en el bajo y está tumbado en un sofá, rodeado de botellas. Creo que estoy proyectando [risas]. Para tomarme un vino elegiría al osezno o al señor de la chistera y su gato, que ha vivido mucho y seguro que tiene batallitas que contar». El engranaje vecinal está en marcha, Ignacio López escoge a osezno (que en realidad se llama Chewakita). «Yo soy el piano man, que es fan de la ciencia ficción. Por el pelo.

Sí que se me parece un poco, sí... [risas]. Me gusta porque está ahí tan tranquilo y se lleva muy bien con los demás. De hecho, se ha liado con todas las tías del edificio, es un locuelo, sólo tienes que verlo [risas]».

La guinda la pone Soriano: «Soy el Mago, el de la chistera. Estoy muy cerca de la muerte. Me relaciono mucho con el mundo de ultratumba y los espíritus y poco con los vivos. Por eso estoy un poco solo. Lo he elegido porque me ha parecido el más misterioso y sugerente, el más sobrio, puede ser muchas cosas distintas». Ninguno de nosotros entenderá aquí y ahora los entresijos de las familias García y Olímpica, pero no cabe duda de que los tres actores podrían quedarse a vivir dentro del edificio de Cristina Busto y pasar desapercibidos. El pulpo se ha instalado en el garaje.

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