Rock de 'casbah'

  • Bahman Ghobadi presenta otro largo sobre la represión en Irán.
  • 'Nadie sabe nada de gatos persas' se presenta en la sección Zabaltegui.
  • La película, ovacionada, ha sacado a su autor de una depresión.
Bahman Ghobadi (izda.) posa junto al guionista Hossein M.Abkenar.
Bahman Ghobadi (izda.) posa junto al guionista Hossein M.Abkenar.
Vincent West / Reuters
Bahman Ghobadi (izda.) posa junto al guionista Hossein M.Abkenar.

"Me moría. Estaba muy deprimido. Le debo estar vivo a esta película, y a los chicos que la protagonizan". Quien así habla es Bahman Ghobadi, director kurdo iraní y uno de los grandes representantes del cine persa a nivel mundial, que regresa a San Sebastián (donde ya ha sido premiado en otras dos ocasiones) con Nadie sabe nada de gatos persas.

La película, que acude fuera de concurso, narra las peripecias de una pareja de jóvenes que recorren Teherán y sus sotanos intentando formar un grupo de rock.

Ghobadi responde a las preguntas bajo el sol de San Sebastián, disfrutando de la libertad que no puede tener en su país. No es una libertad completa: según él mismo asegura, uno de los tipos que de vez en cuando pasa a nuestro alrededor es un enviado del gobierno iraní para vigilarle. "Tengo muchos problemas", explica. "Parte de los chicos de la película se han refugiado en el extranjero, y estamos intentando conseguirle visados al resto. Yo mismo no puedo volver a Irán. Siempre tengo a alguien vigilándome. Y ese miedo a la sombra dura todas las horas del día. Así vivimos, con miedo, en tinieblas, en Irán".

Las tinieblas de los sotanos, de los escondrijos, que esconden un Teherán diferente son el hábitat en el que transcurre Nadie sabe nada de gatos persas. En esos sótanos, jóvenes intentar grabar discos de rock, formar bandas de pop, componer raps en los que denuncian la desesperada situación en que viven.

"Quería rodar otra película", explica el director, "pero nunca conseguí permiso. Me hundí, pero un amigo me llevó a recorrer esos estudios de grabación clandestinos para entretenerme. Ahí descubrí más adversidad, más dramas, más oscuridad, pero también la música subterránea prohibida en mí país. Una música distinta a la de otros lugares del mundo, porque es lucha activa contra un régimen".

La película, ovacionada en San Sebastián, es además un germen de un movimiento. "Es la primera película filmada así, con permisos falsos, de contrabando, rodada en Irán. Pero otros se han animado, y vendrán más. Es una nueva forma de pelear, de luchar contra el sistema que aprendí de esos jóvenes músicos. Les doy las gracias".

¿Y qué futuro le espera ahora a Irán y, por extensión, a Ghobadi? "La música ha cambiado mi punto de vista del cine, mis próximas películas serán diferentes. Pero ahora que vivo fuera de mi país lucho más, y mejor. Por eso no volveré a Irán". ¿Nunca? "Antes creía que nunca. No era optimista. Pero viendo a los jóvenes, empiezo a serlo de nuevo".

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