La única diferencia es que el jurado no se toma la molestia de excusarse en el perfil, el aspirante no pasa y punto, sin paños calientes.
Las pruebas tampoco es que sean moco de pavo. La primera consiste en un comentario de texto que se realiza después de leer seis obras teatrales. La segunda se divide en cuatro partes: canto, dicción, expresión corporal e interpretación de dos monólogos, uno de libre elección y otro a elegir entre los 10 que propone el jurado.
En fin, que la criba se las trae, aunque es menos dura que en Barcelona, donde se presentan 200 candidatos para 40 plazas, o Madrid, 700 para 35 vacantes. Una auténtica locura reservada para los que piensan que lo suyo es puro teatro.
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